Libro Los Senderos del yo

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La conciencia, el gobierno del yo







Conciencia vs Consciencia

Aunque los términos "conciencia" y "consciencia" se utilizan, en el ámbito coloquial, indistintamente para definir el estado de percepción individual, o la sensación de estar vivos, no son expresiones que se deban intercambiar. A menudo encuentro en libros sobre epistemología, ciencia de la mente o sobre las funciones del cerebro, ideas que parecen confundir ambas acepciones cuando al tratar sobre psicología cognitiva, hablan de la conciencia en términos de pensamiento y conocimiento del yo. Debemos dejar claro, no obstante, que, cuando en este blog hablemos de "conciencia" nos referimos a una expresión que conlleva un sentido moral, es decir se define “conciencia” a la capacidad para distinguir entre el bien y el mal. Y es algo que si bien parece intrínseco en el humano, es una capacidad muy subjetiva y voluble, ya que en gran medida está condicionada por la enseñanza, educación y costumbres a las que un individuo se expone en su vida. Sin embargo, cuando hablemos de la "consciencia" (con "s"), esta no es un atributo sino un estado, es decir si se dice de alguien que no tiene conciencia, o es inconciente, entendemos que es alguien que actúa por impulso, egoístamente y sin cumplir las normas, mientras que si decimos que alguien no tiene consciencia es que está en una situación de anulación mental, que no piensa o siente, en defintiva está inconsciente. Podemos estar conscientes, es decir tener la capacidad de pensar y sentir desde nuestro yo interno y no demostrar conciencia, pero jamás alguien puede demostrar tener conciencia si se encuentra inconsciente. 

Centrándonos en la conciencia, según cierta obra de consulta, esta es la capacidad de la persona de mirarse a sí misma y enjuiciarse, un sentido interno de lo correcto y lo incorrecto, sentido que excusa o acusa al individuo. Podemos afirmar que esta es una virtud de nuestro cerebro muy amoldable, que puede cambiar radicalmente en un mismo individuo. Algunos afirman que de alguna manera ya nacemos con una conciencia básica, un verso bíblico dice: (los humanos), son los mismísimos que demuestran que la sustancia de las ley está escrita en sus corazones, sin necesidad de que se nos eduque en ello. Matar, mentir, robar, engañar, están mal vistas en cualquier lugar, todas las diferentes civilizaciones han impuesto leyes y normas al respecto y según algunos antropólogos, esto es porque es parte de la conciencia innata. Sin embargo, debemos decir que estas mismas son las faltas que más cometemos, y las que más luchamos por justificar.

Un ejemplo de cómo trabaja la conciencia y hasta qué grado es flexible, es el del soldado. Un soldado de un ejército bien entrenado, mata a otras personas, sin que a este necesariamente le remuerda la conciencia al hacerlo, en este caso su deber patriótico o el instinto de defensa le hacen disparar al enemigo sin cuestionarse sentimientos y sin que su conciencia se perturbe o le detenga de hacerlo, recibe órdenes y toda la responsabilidad de sus actos reside en otros, no en él. Sin embargo, fuera de ese ámbito, aquel soldado no se siente libre de matar a cualquier persona que pase delante de su casa. Pero hay más, puede que con el tiempo ese mismo soldado, cambie de opinión, abandone el ejército porque es convencido por los argumentos de un movimiento pacifista o religioso, que tal vez le muestre lo malo que es matar en cualquier circunstancia. Ahora, este antiguo soldado estaría dispuesto a perder privilegios, libertades, o cualquier otra cosa, incluso la vida, con tal de respetar su nueva conciencia. No hay por tanto un solo camino para la conciencia, sino muchos y muy variados. Se puede afirmar que es una cualidad voluble y cambiante, que además aprende y se modifica con el conocimiento adquirido.

Por otro lado, algunos insisten que la conciencia es parte de la naturaleza biológica del hombre, tratando de demostrar que nuestra conciencia moral está arraigada en nuestra biología en vez de ser dirigida, desde y por nuestro intelecto. Pero quienes realizan estas afirmaciones, lo hacen por el temor a no saber explicar esta cualidad humana o que tengan que recurrir a la metafísica para ello. Simplificar esta cualidad humana, como algo que se encuentra en nuestras células cerebrales, como una función neuronal mas, es simplificar demasiado el concepto. 

¿Dónde se encuentra la Conciencia? 

Tampoco queda claro el punto específico donde se centra esta conciencia o gobierno del yo. Se habla por ejemplo de las diferencias entre los hemisferios cerebrales, que de alguna manera nos pueden dar pistas sobre el funcionamiento de la conciencia o de la fuente de esta. De esa manera si hablamos del hemisferio izquierdo, aparte de controlar el lado derecho de nuestras extremidades, decimos que es la parte lógica, racional, lineal, basada en la realidad, que sigue directivas; entre otras cosas gobierna el habla, el lenguaje, la atención, el control del tiempo, la asociación auditiva, la comprensión abstracta y simbólica de las cosas. Por otro lado, el hemisferio derecho es la parte intuitiva, artística, donde se forma la fantasía, la imaginación, la creatividad; gobierna las emociones y los sentimientos, es totalmente analógico, carece de interpretación simbólica y dice que más que ver, visualiza y no lleva control de tiempo ni de directrices. Visto así, se podría concluir que la conciencia está en el lado izquierdo, aunque también se podría decir de otra manera: Que parte de la conciencia, la moral, la que controla nuestras acciones e impulsos, está en el lado izquierdo y la que nos autoriza, justifica y libera está en el lado derecho. Pero de nuevo podemos también afirmar que en estos casos las cualidades de cada hemisferio influyen en la conciencia, pero no la contienen en sí. En definitiva, la conciencia, puede que no esté en un lugar concreto.

Bien es cierto que ha habido ocasiones, tras un traumatismo causado por accidente, donde cierta área del cerebro queda dañada, en el que los sentimientos y actitudes de la persona se ven afectadas, y eso para muchos, es suficiente prueba para realzar sus afirmaciones sobre el origen biológico de esta. Pero los casos documentados solo nos hablan de conducta y sentimientos, pero no de moral. Además, tampoco parece que los sentimientos de cierta persona queden anulados totalmente, pues el sistema límbico, donde al parecer se forman nuestras emociones toca varias partes del cerebro, cerebelo, hipocampo, etc.

De la misma forma, se dice que la conciencia moral se desarrolla en determinadas secciones cerebrales. Por ejemplo está en la “unión temporoparietal derecha”, varios experimentos en los que personas han recibido descargas eléctricas o un fuerte campo magnético sobre la oreja derecha, cambiaron repentinamente de actitud ante lo moral. Pero también se ha demostrado que efectos similares se observan tocando el llamado “cortex prefrontal ventromedial”,  en pacientes con daño en esa sección del cerebro se ha observado que pierden  la capacidad de evaluar moralmente el comportamiento ajeno, no pudiendo afirmar si lo que alguien hacía estaba bien o mal, pero eso no les impedía entender que era bueno y malo para ellos mismos. Para complicar más las cosas tenemos el ejemplo de Phineas Gage, un caso documentado en el que un daño en la región del “cortex orbitofrontal”, justo por encima del ojo izquierdo, le hizo pasar de ser un trabajador honrado y de ejemplar conducta, a convertirse en un vicioso, libertino y despreocupado. Esto nos lleva a concluir que al igual que con los sentimientos, son muchas las partes del cerebro involucradas en la conciencia moral y no solo una. Con lo cual no podemos simplificar el proceso de funcionamiento de nuestra conciencia, pues incluso en los casos en los que por algún accidente cerebral se pierda, se va recuperando y aprendiendo las normas de nuevo. En otro capítulo ahondaremos en los llamados niños lobo, que no han sido educados en normas de convivencia y lo que podemos decir sobre la conciencia innata en estos.

¿Tienen los animales conciencia?


Muchos aseguran que los animales también poseen conciencia moral. De hecho, en la famosa declaración de Cambridge, en una importante reunión científica en la emblemática universidad del mismo nombre, un grupo de neurocientíficos de renombradas instituciones, como Caltech, el MIT o el Instituto Max Planck, en presencia del científico Stephen Hawking, firmaron un manifiesto afirmando la existencia de "conciencia" en diversos animales no humanos. Pero curiosamente aplicaron el término en la acepción relacionada con la capacidad de los organismos del reino animal para percibir su propia existencia, pues según se afirma en esta declaración, las aéreas del cerebro que nos distinguen del resto de los animales no son las que producen la conciencia. Se deduce por ello, que los animales estudiados poseen conciencia porque las estructuras cerebrales responsables de los procesos que generan la conciencia en los humanos y otros animales son similares.
Está claro que esa opinión, en primer lugar, se refiere más bien a la consciencia, y en segundo lugar está basada en el mismo principio por el que adjudican conciencia en el hombre, tan solo para encontrar mayores semejanzas biológicas, que se demuestran en algunos patrones de comportamiento en los animales. Por ejemplo, a fin de demostrar su tesis, hacen referencia a que los animales también sienten dolor y pena, pueden demostrar tristeza, estrés. En algunos casos se ha observado como algunos chimpancés castigan o disciplinan a sus crías cuando estas no se están portando bien o intentan escapar llevados por la curiosidad hacia ciertos peligros. Algunas aves, al alimentar a sus polluelos administran justicia y equidad al determinar a cuál de ellos le darán cierto alimento. Se mencionan casos de perros que ayudan a sus compañeros atropellados y los rescatan o rescatan a sus dueños; elefantes que lloran la pérdida de algún miembro de la familia, mamíferos que demuestran empatía, equidad y reciprocidad. Pero podemos decir, que en estos casos, de nuevo se confunden sentimientos naturales e instintos familiares, con la conciencia moral, que a mi parecer nada tiene que ver. Y por otro lado, se dejan llevar por la vieja costumbre de querer humanizar la conducta animal y animalizar la humana. 

Siendo realistas, no es posible hacer que un chimpancé u otro mamífero superior muestre normas morales como las que el hombre posee, cambiantes, amoldables y que les haga pensar de una manera hoy y de otra mañana, que les lleve a valorar su vida, incluso por debajo de sus ideas. Eso no es observable en ningún animal, estos por lo general son predecibles en su conducta y, su actuar y toma de decisiones, está manejado por un instinto que por supuesto requiere cierta inteligencia, a fin de calcular y valorar qué hacer en determinadas situaciones para protegerse a sí mismo o a su prole, pero todo es instintivo, programado. Pero en el caso del hombre, el mismo sistema que rige su conciencia, le sirve también para realizar la maldad, es como una voz que le condena o le justifica, lo insta a tomar una determinada acción o decisión, o le impide hacerla con la misma fuerza.

La conciencia es un don que se puede educar y de esa manera se modula la forma de ver las cosas y de actuar ante ellas, yendo más allá de instintos de supervivencia o protección. De lo contrario, la defensa de las ideas carecería de sentido bajo la más mínima presión. Y no sucede así, generalmente. ¿Qué sentido tendría morir por unos ideales, o mostrar lealtad, fidelidad hasta la muerte por algo o por alguien? Por ejemplo, una típica situación que al mundo  cinematográfico gusta recrear, es cuando el bueno suelta las armas y se rinde, en el momento en el que el malo tiene como rehén a un ser querido, como su esposa, amante, hijo o hija, y amenaza con liquidarlas, el “bueno” medita un poco y entonces decide tirar su arma a sabiendas que aquello puede significar su derrota, e incluso su propia muerte. Lo hace pensando, no en su bienestar o ventaja, sino en la del ser amado. Este simple ejemplo, muestra una realidad que solo se da en los humanos. En la vida real, la conciencia puede hacer que lleguemos a anteponer o asignar más valor a otras cosas, que a nuestra propia vida. Es verdad que en la naturaleza hay madres dispuestas a enfrentarse a un enemigo peligroso, pero solo si tiene una mínima posibilidad de tener éxito.

Por supuesto que no todo el mundo está dispuesto a hacer eso, pero muchas personas sí, y no necesariamente está ligado al fanatismo o al desprecio por la vida, sino a unas convicciones que de alguna forma descansan en la conciencia. Pero también al contrario, la conciencia puede justificar un acto que para muchos sea irreverente, irrespetuoso, injusto o hasta criminal, llegando a despreciar la vida de los demás.

Así, por ejemplo están los asesinos a sueldo, estos por lo general llegan a no sentir ningún remordimiento por la labor que realizan, valoran su vida y el beneficio económico que reciben como superior o de más valor que la vida de los demás y no se plantean si lo que hacen está mal o bien, para ellos y su conciencia, esos conceptos de bien o mal no les aplican.

Conciencia colectiva y opinón pública

Por otro lado se habla de conciencia colectiva, haciendo referencia a las creencias compartidas, o las actitudes morales comunes en una sociedad, que de alguna manera funcionan como una fuerza unificadora dentro de un grupo. Y esta fuerza se encuentra separada de la conciencia individual, pero de alguna forma la domina.

Esta es la definición oficial de “conciencia colectiva”, pero bien pudiera hacer referencia a otro tipo de sutil influencia o de control externo intencionado. La manipulación social es un hecho demostrado en todas las sociedades humanas, se basa en crear conciencia en una u otra dirección, haciendo uso del poder de los medios de comunicación, del control de la educación, y en el peor de los casos, valiéndose de la ocultación de la verdad, o directamente del engaño.  Muchos gobiernos han hecho uso de este poder de manipulación, sobre todo en tiempos de guerra, o bajo dictaduras, forzando a que la población albergue odio racial o nacional, aun no siendo lo natural en la conciencia individual. 


 

A menudo se hace referencia también a la llamada opinión pública, aduciendo que esta es la opinión generalizada o estándar de una sociedad. Se habla del sentido común, como medio para actuar dentro de los cánones lógicos de esa sociedad. Pero en realidad tanto una cosa como la otra, van en función de la educación en valores y normas impuestas en una sociedad organizada y por lo general, dependen no de las opiniones mayoritarias, sino las impuestas por el poder dirigente de turno. Siempre ha sido así, por eso surgen diferencias tan grandes en la manera de ver ciertos asuntos, como pueden ser la idea religiosa, el matrimonio, la homosexualidad, la igualdad de sexos y otros asuntos que a lo largo del tiempo han cambiado sustancialmente en la mayoría de las conciencias.

En la sociedad europea y occidental en general se habla de lobbies o grupos de influencia, en algunos casos representan a diferentes industrias, movimientos sociales, gremios de empresarios de las comunicaciones, prensa, radio o de sectores de la economía, la banca, empresas de bolsa, del sector alimenticio, de la medicina, incluso existe el llamado lobby gay, (que entre otras cosas, busca conseguir mayores derechos para el colectivo de LGBT). Todos estos grupos de presión, suelen estar formados por personajes influyentes y con buenos contactos entre los políticos, y que de alguna manera influyen en sus decisiones, en crear opinión pública e influir en la información y educación de la sociedad. Todo eso es, en definitiva, la conciencia colectiva, no podemos decir por tanto que sea algo que surja de la nada, ni de forma natural.

En definitiva, tener conciencia o actuar en conciencia, si bien es sinónimo de obrar bien, de acuerdo a los principios personales o como satisfacción del “yo”, no siempre es el camino más beneficioso, ni el más acertado desde el punto de vista de la vida, en ocasiones actuar en conciencia puede estorbar la convivencia con otros. Y por supuesto, la conciencia no tiene necesariamente nada que ver con la consciencia, tan solo que sin esta segunda, la otra no tiene sentido. Ahora bien ¿qué es entonces la consciencia?


Bibliografía y lecturas sugeridas:

 -Diccionario Real academia de la lengua
 -Perspicacia Tomo 1 pag 520
 -Declaración de Cambridge 7 julio 2012
 -El futuro de nuestra mente - Michio Kaku, Editorial Debate 2014
 -La mente humana - Jose Luis Pinillos, Temas de hoy
 -Introducción a la psicología- George A. Miller, Alianza ediciones






El primer día de nuestro YO





¿Cómo y cuándo pasamos de ser simples seres vivos a convertirnos en personas pensantes y conscientes? ¿Será cuando nacemos? ¿Hay algún tipo de consciencia antes de nacer?

La sociedad y las tradiciones humanas imponen celebrar el día de nuestro nacimiento, calculado a partir del día en que vimos la luz, cuando ya no dependemos de nuestra madre para sobrevivir, es entonces cuando se habla de nuestro nacimiento y cuando se nos puede considerar personas, antes de eso, solo se nos considera como simples fetos, embriones o gametos.

En realidad, fisiológicamente hablando, no empezamos a vivir cuando nacemos, este proceso empieza al menos nueve meses antes, cuando fuimos concebidos. Y podemos remontarnos a cuando nuestro padre logra introducir en nuestra madre una cantidad adecuada de espermatozoides y luego tras un largo camino por las trompas, algunos de estos llegan con fuerzas suficientes para que, tras romper la gruesa película que protege el ovulo, uno de ellos penetre en este y lo fecunde, convirtiéndose en un embrión. Pero tampoco es del todo correcto afirmar que nuestra vida se inicia allí, sino que una vez fecundado, este embrión debe llegar hasta el útero y entonces, pasados entre tres y cinco días, anidar allí, donde se convierte en cigoto y empezar a producir una hormona llamada gonadotrofina que, junto con la progesterona y los estrógenos, posibilitan que el proceso siga su curso y así empieza la multiplicación segundo a segundo de las células, guiadas por la información genética del ADN. En ese instante si se puede decir que se inicia el ciclo de nuestra vida. Ni el espermatozoide ni el óvulo por si solos, pese a ser elementos celulares se pueden considerar vidas en sí, pues aunque contienen la información genética y básica de la vida, no somos nosotros hasta que no se juntan.

Y es difícil establecer cuando ocurre esto, salvo que seamos fruto de la inseminación in vitro, o de un único contacto sexual. Concluimos por tanto que no depende de nuestra voluntad, ni de la voluntad de los espermatozoides de nuestro padre o del ovulo de nuestra madre, sino del esfuerzo que ambas personas hayan puesto para que lleguemos a ser. Porque incluso si se tratara de un embarazo no deseado, un accidente o una violación, la continuidad de nuestra vida está en manos de la voluntad de nuestra madre, quien en los países donde las leyes la amparan, puede decidir descontinuar o no. En otros casos, puede que un accidente, la mala vida de la madre u otras circunstancias ajenas, provoquen la muerte prematura del feto. Pero, en ninguno de los casos podemos hacer nada para que nuestra madre nos dé a luz o nos aborte, nunca depende de nosotros. Lo que es nacer, tampoco hasta donde se sabe, depende de nuestra voluntad, a decir verdad generalmente ni siquiera de nuestra madre. Tampoco es que ser expulsados de la matriz de la madre nos convierte en un ser independiente, capaz de sobrevivir por si solos, por tanto, y como hablamos no de la capacidad de sentirnos independientes, sino la de ser un ser vivo, la vida comienza antes de ese nacimiento.

Por eso en realidad de celebrarse el nacimiento, tendría que ser meses antes de ser alumbrados, por lo general nueve, pero en muchísimos casos ocho, siete, incluso seis. Pocos son los que pueden concretar una fecha exacta para su inicio en la vida.

Pero una cosa es ser engendrado y otra convertirnos en una persona, que puede pensar, sentir, ver, oír. Por ello algunos piensan que hasta que no se desarrolla el sistema cardiovascular, nervioso y el cerebro no somos más que un zigoto, una mórula o un embrión. No es hasta después del día 21 desde la concepción, cuando nuestro corazón empieza a latir, poco después se forma el sistema nervioso. Entre los días 25 a 27 comienza la formación de los órganos digestivos, después, alrededor de los 28 días, comienzan a organizarse algunas funciones vitales, como la respiración, en la cabeza se pueden observar la formación de orejas, nariz, etc. 

Pero el cerebro, el centro neurálgico de nuestros pensamientos, para ese tiempo apenas está formado por unas cuantas células nerviosas, su desarrollo es más lento y largo que el de otros órganos vitales. Aunque algunos afirman que desde que aún es un embrión con 18 días, ya se puede hablar de formación cerebral, pues hay células neuronales plenamente formadas. Al principio tan solo se desarrolla un pequeño abultamiento en un extremo del tubo neural, donde más tarde se formará la cabeza. Día a día se van formando las partes básicas de este, a medida que esas células van asumiendo su función, unas forman el prosencéfalo, el mesencéfalo y el cerebelo. La división de los hemisferios no se observa hasta después de las cuatro semanas, cuando el cuerpo de la criatura completa apenas alcanza los doce milímetros. Es difícil saber en qué estado se encuentra el cerebro, pues no empieza a funcionar, tal vez hasta la quinta semana, cuando se observa el desarrollo del sentido del olfato y el centro coordinador de hormonas, la hipófisis, ha concluido su desarrollo. El desarrollo de este órgano vital es impresionante, sobre todo a partir del tercer mes. La multiplicación de neuronas se hace a un ritmo vertiginoso ¡A 250.000 cada minuto! De hecho, el cerebro del feto ya en el tercer mes, se puede decir que está completo, e incluso tiene el doble de células e interconexiones de las que necesita el bebé cuando nazca. Tan solo con una leve estimulación, las conexiones de los axones que transmitan los impulsos empiezan a transmitir millones de impulsos en el entramado sistema cerebral, lo cual muestra que ya podría ser considerado un ser inteligente. 
Algunos afirman que desde el sexto mes ya se puede estimular el cerebro del futuro bebé, por medio del tacto, música, voces, incluso luz. Todo ello ayuda a la activación neuronal, los movimientos y patadas, si reciben respuestas exteriores crean mayores conexiones neuronales y por tanto, el riesgo a que el exceso de células no estimuladas mueran y desaparezcan, decrecerá. En la semana treinta el cerebro del feto tiene los surcos típicos de un cerebro desarrollado y una semana después empieza la autodestrucción de las neuronas superfluas, las que no han sido utilizadas, según parece, esto sucede para la protección y conservación de neuronas de utilidad, y como se ha apuntado antes, la cantidad dependerá del grado de estimulación que el feto haya recibido hasta ese momento. Hasta la alimentación de la madre influye en el desarrollo neuronal del feto, así que no es del todo cierto decir que solo el estímulo externo ayuda. Pero si nos indica que, si por cada toque o voz que hagamos desde fuera, notamos una reacción, esto es prueba de que su cerebro funciona y el no nacido sabe distinguir, por poner un caso, los sonidos internos del cuerpo de la madre, sus latidos, etc, de otros, y eso lo convierte en un ser que se siente un individuo. 

Desde niños se impone la idea de celebrar los cumpleaños, y pronto esa fiesta se convierte en el centro y la meta de los deseos de cualquier infante. La felicidad parece depender de recibir regalos de cumpleaños y está muy mal visto “privar” a los hijos de este festejo, pues algunos piensan que puede crear traumas infantiles. Sin entrar a valorar lo falso de esa teoría, lo que sí está claro es que la expectación y el anhelo por los regalos que se crea en el niño hacen que su vida gire en torno a ese momento crucial, y la gran importancia que los padres le dan a esa ocasión crea en esos hijos la idea de que ellos son el centro de su universo. Convertirse en el centro de atención y el protagonista de la fiesta gusta a cualquiera, pues de alguna manera alimenta el ego.

Y precisamente ese ego es, según algunos expertos lo que de alguna manera nos identifica como personas únicas e independientes. Hay padres que se endeudan para hacer fiestas sonadas, incluso se alquilan lugares especiales para celebrar dichos eventos.  Algunos sociólogos afirman que es posible que con esa obsesión por dichas celebraciones se esté fomentando el egocentrismo de la sociedad actual, otros opinan que quizás la forma en que se celebran estas fiestas en occidente sea fruto de la visión materialista y de veneración al ocio que impera, pues antaño eran fiestas más sencillas. El caso es que plantearnos la edad, contar los tiempos, estar conscientes del paso de este es otra cosa que nos hace únicos en este mundo. Nada en el reino animal hay que indique una similitud a este tipo de conducta en los animales, salvo que se interprete como tal, el instinto de salir del nido de los polluelos cuando aparecen sus plumas, o el alejamiento de la manada de los jóvenes leones cuando tienen la fuerza suficiente.

La relatividad del tiempo, por otro lado se hace evidente conforme este pasa, pero la memoria de los recuerdos no va proporcional a esto. Por ejemplo, cuando somos niños, el tiempo parece transcurrir más lento, pasan los años y suceden miles de cosas, crecemos y cambiamos a un ritmo mayor, vivimos miles de experiencias que vamos guardando en nuestra memoria, como aprendizaje, pero la mayor parte de las vivencias que tuvimos en esos primeros años, quedan escondidas en la parte más recóndita de la memoria o sencillamente desaparecen, no está claro eso aún. Cuando tratamos de recordar nuestra niñez y lo que pensábamos, tan solo quedan los abruptos recuerdos de tragedias, sucesos traumáticos, o emotivos, todos momentos claves que de alguna manera han preformado nuestra conducta, forma de pensar o actuar y casi siempre después de los tres años, antes existe un efecto llamado amnesia infantil que aparece a partir de los siete años, cuando se van borrando los recuerdos de la primera niñez, antes de los tres años. Algunos afirman que los primeros recuerdos que tienen de su niñez tienen que ver con esos cumpleaños en los que se sentían ser el centro de atención ante un mundo que giraba en torno a ellos.  

Sin embargo, dista mucho de ser ese el día en que fuimos conscientes de nosotros mismos, y realmente es difícil determinar cuándo exactamente pasamos de ser meros supervivientes a sentirnos espectadores pensantes. 

Es más, ni siquiera podemos afirmar que el hombre nazca con esa capacidad individual y de consciencia de sí mismo. Y esto nos lleva de nuevo al tema de la consciencia, que como veremos en capítulos posteriores no se debe confundir con conciencia, en cualquier caso, no siempre empiezan a funcionar al mismo tiempo. Así, mientras la conciencia va relacionada con el aprendizaje, la experiencia, la educación, los valores y la interactuación con el mundo, la consciencia tiene que ver con el yo interno. Desde el primer momento en el que se nos dice “No” y comprendemos lo que eso significa, empezamos a tener conciencia, que es lo que de alguna manera nos dictará que es lo bueno y lo malo, lo que podemos y no podemos hacer, nos ayudará a tomar decisiones, eso puede llegar más tarde o más temprano, y dependerá en gran medida de la educación que recibamos. Aunque hay quien afirma que el hombre ya nace con unos conceptos básicos de conciencia.

Pero si hablamos de la mente consciente de sí misma, tenemos que aferrarnos al momento en el que pensamos en primera persona y empezamos a distinguir nuestro intelecto como único, nos convertimos en espectadores y protagonistas a la vez de nuestra propia historia. ¿Cuándo llega ese momento?

En el libro “El desarrollo de la personalidad”, el autor Gordon R. Lowe se lamenta de que es un contratiempo que el crecimiento y desarrollo de la mente humana comience con la infancia, pues según afirma, no hay área psicológica más recorrida por controversias y disputas  que la psicología infantil. Lógico por otro lado, pues los niños menores de dos años no nos pueden decir qué acontece en su vida interior. El conocimiento que se posee sobre el grado de consciencia de un bebé se basa en gran medida en deducciones, analogías y conjeturas más o menos fundadas. Las reacciones o atenciones a ciertos estímulos y la ignorancia hacia otros, parece indicar de alguna manera los intereses individuales y personales del bebé.

Está claro que en el periodo prenatal, la vida psicológica del niño es rudimentaria, pues ciertas necesidades están resueltas sin que tenga que hacer nada para ellos, por ejemplo, en cuanto a alimentación, tampoco están conscientes del espacio dentro del útero, no pueden sentir claustrofobia, ni incomodidad por estar apretujados en las últimas semanas de su estancia en aquel cubículo. Tampoco puede tener sentido del tiempo, pues el feto no puede experimentar los cambios rítmicos de sueño y vigilia, pues simplemente llegan y nada puede hacer por evitarlos ni organizarlos. Ni siquiera se siente con necesidad de buscar alimento, pues sencillamente lo recibe de forma regular. 

Su vida depende enteramente de su madre, si ella bebe, fuma o tiene otros vicios, su mente o conducta pueden verse alteradas, y determinadas medicinas o virus en un periodo específico del desarrollo, por ejemplo antes de la cuarta semana, puede provocar malformaciones o trastorno físicos o mentales, incluso la anulación absoluta de la consciencia, como sucede en ocasiones con la anoncefalia o microencefalia. Es decir, las circunstancias externas y ajenas, pueden provocar efectos adversos y definitivos en la vida de esa futura persona. 

Pero una vez nacido, la mente es como un libro en blanco que va llenándose de información, estímulos, vivencias, rostros, y millones de cosas más a lo largo de la vida. Ahora bien, ¿desde cuándo se puede decir que un bebé tiene consciencia de sí mismo? ¿Desde que responde a los estímulos? No, pues si bien se muestra cierto grado de atención hacia estos, por ejemplo ponemos un dedo cerca de la boca y el bebé de un día ya busca succionar, pero eso parece más instinto que reacción inteligente. Otra cosa es el seguimiento de la luz, de los sonidos o de las caricias. Aunque queda demostrado que incluso en el periodo prenatal estando en la matriz de su madre ya reacciona, son las típicas pataditas que algunos padres interpretan como de felicidad o alegan que estos responden a la voz de la madre o del padre, incluso a la luz de una linterna. Pero eso parece más bien, al igual que en los primeros meses desde el nacimiento, que se debe a movimientos y espasmos involuntarios, naturales, y que de alguna manera ayudan al fortalecimiento de las conexiones nerviosas y al desarrollo de sus músculos.

Esto es difícil de determinar desde cuando el bebé se identifica como individuo, algunos afirman que el periodo de negación, cuando el pequeño empieza a querer definir lo que quiere y lo que no, es el momento en el que toma conciencia de que es un individuo libre. Otros retrasan ese momento hasta los siete meses, cuando es capaz de distinguir entre personas y busca con ansia un contacto sensorial con esos rostros conocidos y puede rechazar a otras, su fijación hacia los ojos y la cara, indica claramente que se siente un humano más.
También se dice que desde el primer día de vida, en esos primeros llantos, el hecho que no sonría, según algunos expertos, el neonato demuestra su grado de malestar por encontrarse en un mundo frío y ruidoso y en el que contrario a su anterior estado, siente hambre, dolor, incomodidad, siendo esto ya indicativo de que posee carácter de individuo. Por eso, cuando llega la primera sonrisa, es una muestra de que ya se siente bien, por lo general, antes de la cuarta semana tan solo se observa sonreír durante el sueño y casi como un acto reflejo. Solo es pasado ese tiempo, cuando al ver un rostro familiar, oír una voz, entonces emite su primera sonrisa social, la que realmente indica satisfacción y comunicación. 



Por tanto, podemos indicar que posiblemente desde las primeras experiencias ante las que reaccionamos como individuos independientes ya se nos puede considerar seres superiores en cuanto a la consciencia. Pese a todo, en esas primeras semanas de vida, somos los más indefensos en el reino animal. Estamos en peor situación que una pequeña tortuga Galápago que rompe el cascarón y sale corriendo hacia el mar, como sabiendo que allí está su salvación.

Un bebé recién nacido no puede valerse por sí solo, ni siquiera le es posible reptar hacia el pecho de su madre para alimentarse. Es toda una paradoja que la especie que domina al mundo por encima de cualquier otra, es a la vez la más delicada en sus primeros días de vida. Nuestra vida depende totalmente de otros, incluso, transcurridos varios meses después sigue siendo así. Y en esas frágiles condiciones nos abrimos camino a la vida, pero no olvidemos que esos cuidados maternos y paternos son básicos para el desarrollo de nuestra personalidad y claves para el camino que tomaremos en el futuro, aunque realmente nadie guarda recuerdos anteriores al tercer año de vida y las que afirman recordar vivencias de ese tiempo, son en realidad recuerdos nebulosos, silenciosos y confusos, mezclados y aderezados con relatos que nos han contado o grabaciones de video, fotos que hemos visto de nuestras primeras vivencias, con lo cual, no son nada objetivos.

Como conclusión para este capítulo solo añadiré que se dice que gracias a la manera como nuestra mente trata esos datos, almacena los primeros recuerdos y administra las iniciales vivencias, es por lo que llegamos tan lejos en cuanto a inteligencia. Claro, es difícil de demostrar eso, pues no se dan casos de niños que hayan sido privados de atenciones básicas, de cariño natural, de atenciones en su primera infancia, sea por parte de los padres o de cuidadores en caso de faltar estos. O tal vez si, por eso en otro capítulo consideraremos casos extremos de niños-lobo, niños sordo-ciegos o con graves limitaciones en la comunicación, que sin embargo se abren camino a ella, como si de alguna manera venimos pre-programados con una inteligencia innata.


Bibliografía y libros sugeridos:

-La mente humana - Jose Luis Pinillos
-El desarrollo de la Personalidad - Gordon R. Lowe (Alianza Edi. 1984)
-La Evolución psicológica dle hombre - Carmelo Monedero (Aula Abierta Salvat)
-El Ttrigo Ahogado tomo V - Celebraciones - Luis E. Romera
-La imaginación y el arte en la infancia -Vigoskii  (Akal Bolsillo)
-Su hijo de cuatro años - Elsie L. Osbourne (Paidós Educador)