En los últimos
tiempos el mundo entero está siendo testigo del empuje de ciertos grupos de
presión social, cuyos miembros están consiguiendo derechos y reconocimientos,
años atrás impensables. Nos referimos a la llamada comunidad LGTBI, a los que
poco a poco se han ido añadiendo otras minorías de personas que no se definen,
ni se sienten como la mayoría de los hombres y mujeres, que no sienten la misma
atracción en sentido sexual, a los que de alguna manera su cerebro les hace
sentirse distintos. Existen entre los humanos varios tipos de modificaciones de
conducta sexual que por años han creado controversias morales, antaño
perseguidas y prohibidas y, en las últimas décadas aceptadas como una tendencia
natural más. Las siglas LGTBI, abarcan varias categorías de disforias sexuales
como: la homosexualidad (femenina o masculina), la transexualidad (disforia de
género), bisexualidad, (atracción por ambos sexos) o intersexualidad
(ambigüedad física o hermafroditismo).
En todas ellas
juega un papel vital el cerebro y su sentir con respecto a la atracción sexual.
En algunos casos a consecuencia de ciertos desordenes del desarrollo sexual
físico, causado por alguna alteración cromosómica o de los genes envueltos, que
repercute en la manera en la que se desarrolla el cuerpo y en otras por lo que
se conoce como los disruptores de género o sexuales. En el primer caso,
hablaríamos de ambigüedad o intersexualidad, aquella persona que físicamente
queda entre medias de hombre y mujer, pueden darse caso de morfologías
confusas, con genitales de hombre, pero sin formación testicular, o
externamente mujer aunque sin órganos de reproducción internos. En otras
situaciones el cuerpo contiene ambos géneros, aunque de forma no funcional, llegando
a un hermafroditismo casi total, aunque por lo general la mente puede
decantarse por uno u otro género. En el caso de la transexualidad no se
considera que hay defecto físico alguno, es decir se nace como hombre o como
mujer, pero la mente va por otro lado y se cree o se siente del sexo contrario.
Las otras conductas (homosexualidad o bisexualidad), se consideran tendencias,
pues no hay aparentemente nada mental o físico que lo lleve a tomar ese camino,
aunque decimos aparentemente, ya que algunos estudios que veremos más adelante
parecen mostrar ciertos signos identificativos en los cerebros de este tipo de
personas, y además podemos afirmar que estos últimos efectos se producen en el
desarrollo de la mente.
Aunque a lo
largo de la historia siempre han existido en mayor o menor grado estos
trastornos de conducta o tendencia sexual, da la impresión de que en los
últimos tiempos ha habido un auge. Algunos lo achacan a la libertad que se ha
conseguido en tiempos modernos, que ha hecho que muchas personas declaren
abiertamente su tendencia sexual, cuando antes la ocultaban. Veremos cuanto de
cierto hay en esto, y si realmente hay un aumento, sabremos a qué es debido.
Pero antes debemos profundizar en las causas de estas disfunciones de lo
natural, lo llamaremos así, aunque muchos se oponen a que se considere como una
disfunción del cerebro, pero como veremos las pruebas demuestran que sí lo son.
Y con esto no decimos que se trate de una enfermedad que se pueda tratar con
medicamentos o tratamientos específicos para curarla, no, es algo mucho más
complejo.
Para entender un
poco el asunto, vamos a centrarnos primero en los individuos englobadas en el
llamado transexualismo. No hay duda que existen casos de personas que naciendo
con cuerpos masculinos, su “yo interno” les hace sentir un fuerte deseo de ser
mujer, o por el contrario, personas físicamente mujeres completas, sienten que
sus cerebros desean ser hombres. Y no estamos hablando de los casos de
trastornos psicológicos temporales, causados por traumas en la infancia, sino
de verdaderas dicotomías entre cuerpo y mente. Se dice que uno de cada 30.000
niños y una de cada 100.000 niñas padecen este trastorno llamado
científicamente como disforia de género. Esta situación en ocasiones produce
mucho sufrimiento e infelicidad, complejos, por no poder desarrollar el rol que
representa en lo físico, depresiones por no sentirse una persona completa e
incomprensión por parte de la sociedad, al ser señalados como pervertidos o
desviados.
En la sociedad
occidental, se ha pasado de declarar como pervertidos a los que sufrían este
tipo de problemas, a convertirlos en valedores de toda clase de derechos
médicos. La respuesta médica que por lo general se recomienda en este tipo de
situaciones se basa en la premisa siguiente: “Lo que la mente o el
“yo cerebral” sienta, es lo que debe predominar, aunque el cuerpo nos lleve por
otro camino”. De esa manera en los países más avanzados se lucha por los
derechos de los transexuales a recibir la asistencia necesaria para adaptar su
cuerpo a su mente, en algunos lugares las operaciones de cambio de sexo están
subvencionadas por el estado y son comunes. Y puesto que algunas
características propias del transexualismo se observan desde la niñez, se habla
incluso de dejar que los niños decidan que sexo elegir, independiente del
definido por su cuerpo, y que lo hagan cuando ellos alcancen la madurez
suficiente. En otros casos se exige que los padres dejen a sus niños vestir del
otro sexo si así se lo plantean, pues consideran que es lo más importante para
la felicidad y desarrollo del joven. Al ser una condición cerebral, la disforia
de género no se considera enfermedad y por tanto no se busca cura, no hay
tratamiento médico que modifique ese deseo. El enfoque psicológico no parece
pues muy recomendado como terapia, aunque paradójicamente para realizar una
operación de cambio de sexo si se aconseja acudir a psicólogos a fin de
preparar la mente al cambio de reasignación de sexo y verificar la idoneidad
del tratamiento hormonal. Los que sufren esto se sienten incompletos, pues su
mayor deseo es tener un cuerpo opuesto al que tienen, piensan que quedándose
con el cuerpo con el que nacieron para ellos es no estar completos, sufren por
falta de autoestima. Esto se debe a que la discordancia del cerebro hace ver a
la persona, que los miembros sexuales de su cuerpo parezcan ajenos,
indeseables, como si no fueran suyos. No es simple atracción por personas de su
mismo sexo, sino convertirse en alguien del sexo contrario.
Por supuesto que
también encontramos a personas que afirman que se puede convivir con esa
condición y que parecen haber aprendido a adaptar la mente, forzándola a
aceptar el cuerpo que tienen con cierto éxito, de la misma manera que un ciego
o alguien con cualquier otra tara física consigue, gracias a la flexibilidad y
adaptabilidad del cerebro, abrirse camino fortaleciendo otros sentidos,
superando así las limitaciones, sin tener que forzar cambios físicos con
dolorosas operaciones. Sin embargo, no parece fácil convivir con una fuerza
interior que te induce a rechazar el cuerpo natural, precisamente por no
sentirse identificado en este, por eso la mayoría optan por el cambio de sexo
como la única vía para sentirse completamente satisfechos o felices.
Pero por muy
perfeccionada que esté la técnica de conversión en operaciones de cambio de
sexo, hay ciertas limitaciones que también producen mucha frustración. Tal vez
en un futuro se solventen, pero por el momento no es posible realizar una
conversión total, y estas deficiencias, en apariencia no parecen obvias, pero
lo son:
El sueño de un
hombre que desea ser mujer, es, aparte de verse con cuerpo femenino, también
ser capaz de funcionar totalmente como tal. Pero surgen dificultades
insuperables, como la que conlleva completar un sistema reproductor completo y
funcional. Bien es verdad que ya se habla de trasplantes de útero, vaginal,
etc. Pero las complicaciones para hacer que ese útero trasplantado cumpla toda
su funcionalidad parecen tan grandes que por el momento no se contempla, pues
hay muchos más factores que el simplemente implantar mamas o realizar una
vaginoplastia, ya que hay todo un sistema reproductor y endocrino con
funcionalidades, tales como la dilatación y lubricación natural, la segregación
de hormonas (en este caso estrógenos), por no decir la producción de óvulos y
otras cosas que conlleva ser y sentirse mujer.
Por otro lado,
se sabe que el órgano sexual femenino funciona como un poderoso mediador de
neurotransmisores, que segrega entre otras, dopamina y oxitocina, y que se
trata de una conexión cerebral mucho más compleja que en el caso del hombre y
existen diferencias entre el orgasmo clitoriano y el de un pene. Esa
diferenciación del proceso orgásmico entre un hombre biológico y una mujer
biológica, por mucho que se quiera adaptar no se compatibiliza totalmente. Se
sabe que la respuesta sexual femenina es impulsada por la parte derecha del
hipotálamo, mientras que en los hombres surge en el lado izquierdo.
Curiosamente esa función no se ve alterada en el caso de transexuales, sus
cuerpos biológicos funcionan de igual manera y el clímax o excitación máxima la
efectúan los sensores en conexión con los mismo lados de su hipotálamo,
correspondiente al sexo biológico, al parecer los disruptores que en el desarrollo
embrionario forzaron su disforia solo afecta a las zonas relacionadas con la
identificación. Por ejemplo el sistema endocrino, relacionado con la sexualidad, es más complejo y envuelve varias partes del cerebro y del cuerpo, es imposible cambiar todas sus conexiones.
Otro aspecto
interesante a tener en cuenta es la similitud que han hallado ciertos expertos
entre la transexualidad y el desorden de identidad integral corporal, conocido
este último por sus siglas en inglés “BIID”. Este trastrono mental provoca en
los afectados un irresistible deseo por amputarse una o más extremidades del
cuerpo, por no considerarlas suyas. Esa obsesión no conlleva solo el deseo de amputación
de un brazo o una pierna, sino que en algunos se presenta con un fuerte deseo
de convertirse en paralíticos, ciegos, sordos o usar dispositivos ortopédicos.
¿Qué tiene que ver esto con la transexualidad? Aparentemente nada, pero un dato
estadístico intrigante muestra que casi un 20% de pacientes de BIID, también se
declaran transexuales. Además de un alto porcentaje de homosexuales y
bisexuales que sufren de BIID, que llega al 38%.
Si bien el área del cerebro
donde se produce este extraño trastorno es aún un misterio, tan solo se
sospecha de ciertas zonas de la corteza frontal y del lóbulo parietal, partes
relacionadas con la sensibilidad en las extremidades, pues según parece, por
alguna inexplicable razón no se registra la actividad que debiera mostrar,
cuando por ejemplo se golpea suavemente o se acaricia el miembro que se desea
amputar. Se cree que al igual que en el caso de transexuales, es innato y
probablemente se desarrolle por un fallo en el desarrollo cerebral temprano. Si
no se conoce suficientemente sobre este extraño padecimiento es porque pocas
personas con ese problema acuden a los investigadores y además se considera un
desorden psiquiátrico y no cerebral. No olvidemos, sin embargo que en el caso
de los transexuales, también comparten con los del BIID su deseo de amputarse
miembros del cuerpo, en este caso pechos o genitales, pues no lo sienten suyos,
aunque parece ser, por distintos caminos.
En el 2012 un
equipo de investigadores de la UNED, realizaron pruebas en el cerebro de
personas transexuales, comparándolas con mujeres y hombres heteros. Las pruebas
y resonancias magnéticas mostraron que en las personas transexuales hay ciertos
trasvases entre hombres y mujeres, mostrando conexiones en una posición
intermedia a la de ambos sexos. Por poner un ejemplo, un hombre que se siente
transexual, tiene parte de la corteza subcortical del cerebro más fina, como
las mujeres, sin embargo la manera cómo funcionan sus genitales masculinos y su
interacción con el cerebro es totalmente masculina, es decir la excitación
proviene de la parte izquierda del hipotálamo, como en cualquier hombre. Lo
mismo se diría de una mujer transexual, antes de operarse su excitación sexual
es como la de una mujer biológica normal, si permitiese tener una relación con
un hombre sentiría igual que cualquier mujer, y la parte derecha de su
hipotálamo está conectada con sus genitales. De alguna manera su corteza
subcortical le hace pensar como un hombre, pero sexualmente sigue sintiendo
como una mujer.
El cambio de sexo
es por tanto, como dar una apariencia, pero no logra feminizar o masculinizar
completamente a los afectados. Dejando a esa persona en cierto modo incompleta
y dependiendo toda su vida de fármacos reguladores hormonales que con uso
prolongado provocan graves efectos secundarios en hígado y páncreas.
Por otro lado,
existen efectos secundarios y dificultades físicas importantes en operaciones
de reasignación de sexo de hombre a mujer, entre otras, cerramientos vaginales,
fístulas, retención de orina, infecciones recurrentes. En el caso de una mujer
que quiere convertirse en hombre, las dificultades son mayores pues no hay
posibilidad de recrear una erección natural, no se puede imitar una
eyaculación, y no es posible crear un pene con la mínima sensibilidad, (aunque
se trabaja en al Metaidoplastia, aumento anormal del del clítoris), tampoco se
logra un funcionamiento de unos testículos para la generación de esperma,
aparte de la dependencia del paciente a fármacos que provocan hipertensión y
que se relacionan a menudo con enfermedades del corazón. Parecen problemas
menores, pero las estadísticas indican que el número de suicidios en personas
reasignadas sexualmente es más alto que en otros grupos, incluyendo los
transgénero no operados, que si bien no se ha profundizado en las causas, puede
ser indicativo de cierta frustración por no alcanzar la satisfacción completa o
la absoluta adaptación psicológica. Añadir también que un porcentaje de
operados (se habla actualmente de un 5%), se arrepienten una vez se ha
realizado la operación y sufren aún más, pues desean revertir la operación,
acabando algunos bajo graves depresiones.
Todo esto llevó
a la doctora Mirelle E. Brambila, autora del libro Higiene Mental a decir lo
siguiente, con respecto a los métodos de reasignación de sexo: considerando que la
cirugía de reasignación de sexo por igual en el varón y mujer transexual, no es
considerada como prioritaria y es solo como una opción muy personal de cada
transexual, por lo tanto no es considerada como esencial, básica o prioritaria,
para la resolución de este trastorno, plenamente demostrado está que las
cirugías de cualquier tipo que se practique en la persona transexual, no cura
la transexualidad y además también está bien demostrado, que todas estas cirugías
que se ofrecen como la de inversión de pene y faloplastias, no se consideran
fisiológicas en su gran mayoría, solo son cosméticas y llenas de
complicaciones, ya que carecen de la fisiología natural con la que nació cada
individuo, es decir su propio sexo. (Mitos y realidades
en la cirugía genital en transexuales, Higiene mental- Mireille E. Brambila)
La medicina y la
ciencia reconocen que pese a los avances en materia de cambio o reasignación de
sexo, un hombre convertido en mujer, nunca podrá cumplir un papel completo,
como por ejemplo ser madre. La dificultad radica, aunque no lo parezca, no en
la implantación del aparato reproductor femenino en sí, sino en los mecanismos
que hacen funcionar este sistema. Debe haber una conexión entre los centros de
control mente-cuerpo para lograr hacer que el sistema actúe de manera natural,
y que no dependa excesivamente de las inyecciones hormonales. Y hay que tener
en cuenta que no todos los centros de control están en nuestra cabeza. Algunos
expertos hablan de que en realidad tenemos varios cerebros, aparte de los tres
que tenemos en la cabeza (Neocortex, límbico y reptil), hay otros dispersados
en distintas partes del cuerpo. Uno de ellos se encuentra ubicado al final del
tracto digestivo, en el Colon, pues los movimientos de los intestinos no
dependen de un punto concreto del cerebro, sino que es controlado por un
sistema nervioso llamado SNE. Lo mismo podría ocurrir con otras partes del
cuerpo que parecen funcionar en independencia a nuestro sistema central. Todos
estos supuestos cerebros, por supuesto se comunicarían con el principal
procesador a través del sistema nervioso periférico, así el cerebro principal
de alguna forma sabe o supervisa a los demás. Ciertas pruebas con personas tetrapléjicas
o con lesiones medulares importantes, mostraba como hombres pueden tener
erecciones o eyaculaciones y como las mujeres pueden concebir hijos, tener
contracciones, aunque no sientan el dolor de estas, como si estos fueran
sistemas diferenciados o controlados por un sistema separado. Suponiendo que
esto fuera así, eso significaría que en el caso de un transexual hay una
ruptura entre ese cerebro genital y el central y solo existe cierta
comunicación con alguna parte de este (hipotálamo), pero no con la corteza
subcortical. Es una hipótesis aún no demostrada, pero ayudaría a entender por
qué la infelicidad de algunas personas que a pesar de operarse para adaptar su
cuerpo a su percepción cerebral no se sienten totalmente felices o satisfechas.
Esto nos lleva a
plantear de nuevo una cuestión espinosa y quizás poco comprendida por la
sociedad actual. ¿Por qué la insistencia en hacer que la mente decida el sexo y
no hacer que esta reconozca y se adapte a su propia naturaleza corporal? Si en
vez de operar a una persona para cambiarla de sexo, se pudiera “operar” por así
decirlo, la parte mental y configurar su cerebro de tal modo que se adapte a
las necesidades y formas de su cuerpo, tal vez se evitarían las complicaciones
antes mencionadas. Pero parece que esto no está “éticamente” bien visto, ni
tampoco parece que las investigaciones vayan por ese camino. ¿Se puede
modificar la corteza subcortical de una persona? Tocar la mente o forma de
pensar o sentir se considera una intervención inapropiada hoy día, pues entra
en el ámbito personal, toca el “yo”, más interior.
Volvamos a la
homosexualidad, aquí la cuestión es aún más controvertida, pues hay serias
dudas con respecto a si estamos ante una tendencia innata, o una elección
natural, o influenciada por experiencias traumáticas en la infancia. (En el
capítulo correspondiente a las disruptores sexuales se aborda esta cuestión más
a fondo). A diferencia de los transexuales, los homosexuales no tienen el deseo
de cambiar de sexo, hasta cierto grado se pueden sentir satisfechos con su
cuerpo, pero sienten una irresistible atracción por las personas de su mismo
sexo, en diferentes escalas, y según la mayor parte de los entrevistados estas
tendencias vinieron con ellos, algunos recuerdan haberse vestido de niñas a
escondidas, o niñas que les gustaba jugar a juegos de niños, sin sentirse
totalmente del sexo contrario. Como si estuvieran a medio camino entra una
persona normal y un transexual. De la información y los estudios aportados por
prestigiosos neurólogos como el doctor Dick Swaab, se desprende que puede haber
una escala que va desde el heterosexual hasta el transexual, quedando en el
centro los bisexuales, y más cerca de los heteros, los homosexuales en
diferentes niveles, (veáse el capítulo sobre disforias sexuales).
Por esa razón
tampoco la homosexualidad se considera algo que, se pueda “curar” por métodos
psicológicos o mediante tratamiento médico alguno. Sencillamente no parece que
se pueda extirpar de la mente así como así, aunque sea más controlable que la
transexualidad. Eso sí, hay que aceptar una premisa realista, que no estamos
preparados físicamente para este tipo de prácticas, como no lo estamos para
volar, por mucho que inventemos mecanismos para hacerlo. El cuerpo masculino no
está diseñado para ciertas prácticas comunes en la homosexualidad que suelen
provocar desgarros, infecciones, y otras dificultades de las que apenas se
habla, como el cáncer de ano, pero que están directamente relacionadas con las
prácticas de homosexuales hombres. También se puede afirmar que el cuerpo
femenino no está preparado para una relación sexual entre dos mujeres, y aunque
el riesgo puede parecer menor, estudios recientes muestran una mayor propensión
a contraer el VPH (Virus del Papiloma humano), aparte de mayor padecimiento de
infecciones bucales, herpes, que en mujeres heterosexuales. Hay que añadir a
los inconvenientes mencionados, las estadísticas en psiquiatría que muestran
una mayor propensión de enfermedades mentales entre los homosexuales, a las cuales
los expertos no pueden dar aún una explicación, pero los hechos son así.
Por otro lado,
hay quien afirma que, sobre todo en caso de mujeres, realmente no todas las que
forman parejas con personas de su mismo sexo sienten esa atracción, y que
simplemente se dejan seducir por otra fémina que sí lo siente, como
contrapartida a la desconfianza y maltrato por parte del sexo opuesto, y que
por lo general su pareja en ese caso hace de macho, mucho más comprensivo y
acorde con sus sentimientos. Independientemente de que este dato sea cierto o
no, efectivamente dentro de las relaciones homosexuales, existen roles. Así
ocurre, por ejemplo en el caso de los hombres homosexuales, aquellos que
prefieren ser activos y otros que se decantan por ser pasivos, los primeros
están más cercanos a su naturaleza. Según la teoría de los niveles sexuales,
los pasivos están más cerca de la transexualidad y otros en un punto central,
como los bisexuales o los versátiles que intercambian roles. Así de la misma
manera las mujeres más cercanas al bisexualismo prefieren tomar el rol de
fémina ante las más cercanas al otro extremo que se sienten dominantes y toman
el rol de macho y por tanto se acercan más al transexualismo.
Quizás no sea
fácil de aceptar esta tesis que aquí exponemos, pero está claro que la mente
juega un papel fundamental en la conducta sexual en diferentes grados, en
ocasiones más que el propio cuerpo, y esa dicotomía mente-cuerpo es la que
provoca tendencias tan dispares.
Ahora bien ¿a
qué se debe la disforia de género? ¿Se puede evitar? ¿Qué la provoca? ¿Nacemos
con ella o es innata o natural?
En el entrada
sobre los disruptores endocrinos se pueden ver las pruebas que demuestran que
la homosexualidad y la transexualidad viene dada por el desarrollo prenatal del
cerebro, afectada por ciertas sustancias. Ahora bien ¿Puede también venir
causada por otro tipo de desórdenes posteriores a los tres meses de vida?
¿Es la
homosexualidad adquirida o natural?
Si queremos hablar de homosexualidad
adquirida esta solo se relaciona con los niveles del 2 al 4. (véase lista de
niveles de disforia en capítulo 15). En algunos casos se dan en circunstancias
de convivencia o ausencia de personas del sexo opuesto de manera forzada. Vamos
a poner un ejemplo, los casos de curas o profesores de gimnasia acusados de
abuso de menores. Imaginemos una típica situación, como la de los curas
pederastas, que dirigían un orfanato. Ellos vivían en un ambiente de
abstinencia sexual obligada por su religión, rodeados de niños vulnerables y sumisos,
y por supuesto que no hay excusa ni justificación para tales actos, pero estas
situaciones se convierten en caldo de cultivo para facilitar el abuso de poder
y si se da el caso de que alguno de estos curas tuviese tendencias homosexuales
u otras filias adquiridas en el desarrollo uterino, o simplemente buscara
satisfacer sus necesidades sexuales en personas con las cuales se siente
suficientemente superior para no pedir consentimiento, fácilmente puede verse
tentado a abusar, se sienten con la suficiente confianza de que no le van a
delatar y por tanto, abusan sexualmente de los niños. ¿Consecuencias? Los curas
se convierten en pedófilos y algunos niños, con el tiempo, también en
abusadores o por el contrario en homosexuales. ¿Por qué el contraste de resultados
sufriendo los mismos abusos? Lo que probablemente sucede es que los niños en
los niveles por encima del 2 se pueden convertir en homosexuales y los del
nivel 0 o 1 pasen a engrosar las filas de posibles pedófilos si no se atiende
psicológicamente a tiempo a estos. Por supuesto, no queremos decir aquí que no
puede haber casos que superen el trauma y se conviertan en hombres comunes,
padres ejemplares o personas heterosexuales. Pero en un gran porcentaje parece
que inevitablemente si queda afectado.
En el caso de niñas, si un padre o un
profesor abusa de ellas en la infancia, es fácil que desarrollen actitudes
contrapuestas cuando sean adultas, (si no se les trata psicológicamente), las
que estén por encima del nivel 2 pueden convertirse en lesbianas, pues
desarrollan odio hacia los hombres, o si están en niveles cercanos a 0 se
conviertan en promiscuas, cuando su mente intenta recrear inconscientemente lo
que vivieron, aunque aquello les suponga sufrimiento. Así, niñas y niños
“normales”, por decirlo de alguna manera pueden sufrir consecuencias graves en
su comportamiento futuro. En Ambos casos se deben considerar efectos
colaterales al abuso, pero por lo general se castiga más el de los niños
varones, por obvias razones, pues corren el riesgo de convertirse en abusadores
compulsivos o consumidores de pornografía infantil, en la edad adulta.
Repetimos, lo
que aquí pretendemos hacer es un estudio científico de las posibles causas que
llevan a este tipo de conductas, que aunque los lobbys LGTBI defienden como
naturales, la ciencia no es tan contundente en darles la razón, sobre todo a la
hora de explicar si esto es algo que la naturaleza pueda defender como útil
para la supervivencia o si por el contrario, se trata de un defecto, accidente
o descontrol más, ocurrido en el desarrollo fetal.
En el tema 15 se
profundiza en las posibles causas de las disforias sexuales en la actualidad.
Es muy posible que antaño, cuando el organismo no estuviese tan expuesto a
sustancias tóxicas que actuaran como disruptores endocrinos, hubiese otras
circunstancias que provocasen en menor medida efectos similares, ya vimos que
el cortisol se produce de forma natural pero su producción puede verse alterada
por estrés u otros efectos externos y no necesariamente por sustancias químicas
administradas o consumidas.
Antiguamente no
estábamos libres de productos contaminantes o que produjeran efectos
secundarios en el organismo. Ciertos materiales, como el cobre, aluminio, y
otros metales utilizados en vasos, platos o elementos para cocinar se ha
demostrado que eran altamente tóxicos y en la actualidad algunos han dejado de
utilizarse. Así que de alguna manera siempre hemos estado expuestos en mayor o
menor grado a sustancias que se pudieran convertir en disruptores endocrinos y
que bajo determinadas circunstancias del embarazo provocasen efectos en el
desarrollo cerebral embrionario. Por supuesto, los efectos se daban en menor
medida que ahora, eso queda demostrado por la diferencia que se observa
en cuando al índice de homosexualidad o transexualidad en occidente o en países
industrializados comparándola con culturas de zonas más remotas o aisladas. En
culturas más primitivas apenas se conoce la transexualidad y la homosexualidad,
queda demostrado en las tribus amazónicas, donde parece que no existe, no
conocen un término que exprese ese tipo de conducta. Lo mismo se puede decir de
las muchas tribus selváticas de África, donde la heterosexualidad es la tónica
general.
No obstante, algunos señalan ciertas
costumbres de algunas tribus como los Sambia o los Etoro (Papua Nueva Guinea),
con rituales de preparación sexual entre hombres mayores y jóvenes, y esto lo
califican como rituales de preferencia homosexual, pero no lo es, pues en
realidad se trata de ritos de iniciación mezclados con una forma de
religiosidad por quienes consideran la sustancia seminal del hombre como sagrada.
Pero nada tiene que ver con su atracción o identidad sexual, los roles sexuales
en dichas tribus están bien definidos y aunque parezca difícil de entender, ciertas
prácticas sodomitas y vejatorias desde nuestro punto de vista, ellos lo
entienden como métodos de masculinizar a los jóvenes.
En la antigüedad tanto en oriente
medio, como en la Grecia clásica o bajo el imperio romano, la homosexualidad se
consideraba una alternativa más, pero solo en las altas esferas y bajo la
privacidad más interior. No era, ni de lejos tan común como lo puede ser ahora.
Por eso, es posible que la mayoría de los homosexuales del pasado fueran del
nivel 2 al 5, pero muy pocos de niveles más altos. Mientras que en la
actualidad se dan más casos de niveles 5 al 8, los cuales desde niños ya
demuestran su diversidad y tendencia.
Por otro lado
algunos señalan que la homosexualidad es algo programado en la naturaleza
humana, así como lo pueden ser otro tipo de conductas, es más intentan ver la
analogía con el hombre en determinadas conductas entre los animales.
No negamos que
ciertas conductas sexuales en el mundo animal nos recuerdan a la
homosexualidad. Se dan en diferentes especies, pero en la mayoría de los casos,
no se trata de específicas preferencias de copular con miembros del mismo sexo,
sino tan solo de juegos estratégicos, como el caso de los bonobos, macacos y
otras especies de simios, en los que machos retozaban con otros machos y
hembras se rozaban con otras hembras, pero luego esos mismos no tienen reparo
en buscar a sus contrarios con el fin de reproducirse. Se trata en
algunos casos de juegos, en otros de mecanismos para demostrar dominio de
manada, otras lo hacen en condiciones de escasez de miembros de otro sexo, o
falta total, (como los toros de lidia), otras lo hacen para despertar el
interés sexual. Las investigaciones de Paul Vasey de la universidad de
Lathbridge, Canadá, llevaron a la conclusión que en realidad muy pocas especies
lo hacen con frecuencia suficiente para determinar que fuera una práctica
común. Incluso en algunas especies de escarabajo se descubrió que algunos
machos montan a otros, depositando su esperma encima del cuerpo de estos, así
se aseguran que si ese otro macho copula con una hembra, ese esperma pueda
llegarle antes.
Solamente se conocen dos
especies en las que se produce una relación entre mismos géneros de manera
permanente o estable. Una de ellas es la oveja domesticada, en la que se
informa de casos de emparejamientos del mismo sexo de por vida.
Aunque existen
dudas al respecto, pues es posible que la forma en que son criadas, limitando
el número de machos, con el fin de producir hembras que a la vez se reproduzcan
con mayor frecuencia, ha requerido de una selección forzosa en las granjas, lo
que puede haber llegado a producir machos que se crean hembras. En el proceso
de cría, se suele recomendar que se proporcione una alimentación “especialmente
nutritiva” a la oveja durante los cincuenta últimos días de gestación, a fin de
producir crías sanas y vigorosas y producir leche abundante en la lactancia. En
muchas ganaderías se utilizan pienso con oxitetraciclina o clortetracilina,
además de cocciodiostatos y otros medicamentos. También se observa esto en el
ganado vacuno, vacas intentando montar a otras vacas cuando entran en celo,
aunque los expertos consultados consideran normal ese tipo de conducta,
coincide también más en animales en granjas cerradas, alimentadas con piensos y
preparados alimenticios “especiales”, como los antes mencionados. ¿Afecta esa
alimentación “especial” al desarrollo de las crías y su futura sexualidad?
En cualquier
caso, la otra especie en la que la homosexualidad verdadera si se ha
documentado es la humana y existen razones para creer que de alguna manera hay
cierta relación en el aumento de personas con esta tendencia y la alimentación
del ganado vacuno y lanar. En el capítulo relacionado con los disruptores
endocrinos se explicará más a fondo esta relación.
Bibliografía y lecturas recomendadas
-Somos nuestro cerebro - Dick Swaab -Plataforma editorial
-Diferenciación sexual del Cerebro – Revista ciencia
– Alonso Fernández, Sandra Olvera y Nallely García.
-El cerebro de las personas transexuales – Verónica
Maza -
-Existen realmente los animales homosexuales - Ciencia BBC Mundo - 16-2-2015
-Diferenciación
sexual del cerebro – Damasia Becú de Villalobos – IBME, CONICET, Buenos Aires
-El cerebro sexual - Simón LeVay - Alianza editorial
-Descubriendo la sexualidad humana - Janice Baldwin, John Baldwin y Simon LeVay, - ISBN 978-1605352756