Parafilias peligrosas




Hablemos ahora de otro tipo de disforias sexuales o patrones de comportamiento sexual, en el que la fuente de placer se dirige a objetos o seres vivos atípicos, nos referimos a la parafilias.
 
La parafilias como disforias sexuales 
No hay un consenso que establezca un límite entre interés sexual inusual y parafilia, en algunos casos no pasan de ser costumbres fetichistas que se comparten con la pareja sin representar ningún trauma o problema, a veces se trata de determinadas vestimentas o que la pareja porte determinados objetos, adopte determinadas posturas, o roles. Llevado al extremo puede convertirse en un campo de frustración y para la persona que comparte vida con el parafílico en una incomodidad no siempre comprendida. Pero hay otras que son terriblemente peligrosas o insalubres. Y aún otras son consideradas directamente delictivas. En la mayoría de los casos los sexólogos lo atribuyen a la relación de este tipo de objetos o cosas con experiencias de la niñez, placenteras o lo contrario, de tal manera que en la edad adulta producen cierto mórbida excitación, es como si la mente desea recrear la experiencia sufrida en la niñez, y aquel objeto se convierte en determinante. ¿Pero es así en todos los casos?

Antes hemos mencionado situaciones que han llevado a algunas personas a convertirse en abusadores de niños, que no deja de ser otra parafilia. Sin embargo, no todos los pedófilos han sido niños a los que se ha abusado o que hayan han sufrido alguna clase de trauma, de la misma manera que no toda ninfómana fue violada por su padre o un familiar siendo niña. En algunos casos también hay que tener en cuenta otros problemas psicológicos que derivan en patrones de comportamientos sexuales desviados de lo natural. Por eso vamos ahora a profundizar en este pantanoso terreno de las parafilias y su relación con el funcionamiento del cerebro y de la orientación sexual de este. Debemos tener en cuenta que entre esas parafilias se encuentra el fetichismo, el sadomasoquismo, el exhibicionismo, voyeurismo, pero también la pedofilia, la necrofilia y la zoofilia. Estas últimas, son tendencias sexuales rechazables por cualquier sociedad, incluso perseguidas por la ley. Se han hecho listas de hasta treinta o cincuenta diferentes parafilias, pero en este estudio vamos a centrarnos en la más peligrosa de estas para procurar entender hasta qué grado pueden ser evitables o controlables estas conductas.

Hoy día, los expertos procuran hacer una división entre las parafilias que no conllevan daño, ni propio ni ajeno, o que no suponga un abuso de poder o supere los límites del consentimiento entre los que practican estas acciones, en este caso se habla de trastornos parafílicos. Por ejemplo, supongamos que alguien tiene tendencia al sadoquismo, busca satisfacer su placer haciendo daño a otros, hay personas que por otro lado son masoquistas, es decir disfrutan recibiendo daño, en algunos centros se practican este tipo de conductas controladas, relacionando a ambas. Pero este tipo de deseos desviados se pueden convertir fácilmente en actos peligrosos para la integridad física, tanto del que recibe, como del que da. En el caso de un sádico, puede derivar en actos violentos o crueles hacia otros, sin el consentimiento de estos, incluso llegar a convertirse en  violador o psicópata, si se añade a esto algún tipo de desorden psicológico. Muchos violadores o asesinos en serie surgen entre individuos con fuertes parafilias que no son capaces de reprimir u orientar adecuadamente. 

De la misma manera, cuando hablamos de pedofilia y zoofilia, es necesario y casi obligatorio reprimirlos. La primera por conllevar un abuso a menores, con las consiguientes consecuencias de índole moral y mental que acarrean a las víctimas. La otra, por cuanto se considera abuso animal, ya que no puede haber consentimiento por parte de este y por tanto estamos hablando de una violación en toda regla, en este caso, contra otro ser vivo. Es curioso, sin embargo, que en ambos casos, las personas afectadas por este tipo de patologías afirman que no pueden evitar esos deseos, que los sienten suyos y que su mente los dirige a buscar a niños a animales para su satisfacción sexual. Es por tanto la mente la que de alguna manera controla o dirige nuestra conducta sexual, pero en algunos casos se anima a no reprimir esos sentimientos antinaturales y en otros se criminaliza por dejarse llevar por esos otros, que son igualmente sentimientos antinaturales.


Con respecto a los pedófilos, durante años se ha buscado una terapia que de alguna manera “cure” a estos individuos. En algunos países se ha llegado al extremo de aplicar la “Castración física”, que por lo general es la amputación de los testículos del delincuente, este desde luego se puede considerar un método eficaz para reducir los impulsos sexuales, aunque un tanto radical. Antaño era aplicado normalmente a violadores, pero en los últimos años también ha sido probado en acusados de abuso infantil, en algunos casos hasta ha sido solicitado voluntariamente por algunos perpetradores arrepentidos. Sin embargo, no es un método aceptado por las asociaciones de derechos humanos, por considerarlo una amputación que anula la masculinidad del individuo y por tanto evita su reinserción natural en la sociedad, por los consiguientes efectos mentales que puede provocar en el individuo. Este sistema está prohibido en la mayor parte de los países y parece que pronto será cosa del pasado, por muy eficaz que fuera. 

En muchos países se está experimentando más con la castración química, que no es otra cosa que un tratamiento farmacológico que de alguna manera reduce la libido en los agresores sexuales, aunque sus efectos son reversibles, es decir, el tratamiento si se busca su eficacia, debe prolongarse en el tiempo. En la mayoría de los casos se trata de acetato de medroxiprogesterona y acetato de ciproterona, rebajando la testosterona en los hombres, produciendo impotencia, disminución del deseo sexual, pero también trastornos en la concentración, pérdida de masa ósea y muscular, además de tener ambas sustancias efectos secundarios en huesos e hígado. Por otro lado, también es utilizado el acetato de leuprolide, una sustancia, cuyos efectos son más cerebrales que físicos, reduciendo los pensamientos sexuales y las fantasías, aunque no se muestra eficaz en la eliminación del deseo sexual o la atracción hacia los menores, pero al menos evita los pensamientos que invitan e incitan al individuo a realizar dichos actos.


No obstante, la postura más común entre los expertos es que efectivamente el trastorno de la pedofilia no puede curarse, y no es posible reorientar la mente de los pedófilos para dirigir su interés sexual hacia los adultos. Como mucho se puede aspirar a aplicar cierta terapia cognitivo-conductual para mejorar su autocontrol, modificar sus conductas sociales y aprender a convivir con ello, sabiendo que evitar dejarse llevar por sus instintos, por muy marcados que estén en su naturaleza, son una frustración necesaria y beneficiosa para él mismo. Solo bajo ese convencimiento, el “yo” puede llegar a controlar ese deseo innato por conductas insalubres como esas. Claro que lo mismo podría decirse de las personas con tendencias a la violencia sexual o al sadomasoquismo, no se trata de curarse, sino de amoldar su mente o reforzar su autocontrol.  


Algunos hablan de aplicar la misma técnica a quienes quieran abandonar  o controlar  otros tipos de conducta sexual, como la homosexualidad, el lesbianismo u otras también en boga, como la bisexualidad. Pero este tema está denostado y no tiene la misma connotación que las anteriores. Además, difícilmente se pueden considerar tratables medicinalmente este tipo de conductas, ya no solo por las presiones sociales actuales, que no desean que se considere esto como un mal o un trastorno, sino porque provienen del propio cerebro y por tanto se consideran parte de su yo interno. Aunque podemos decir que, al igual que las parafilias, también estas conductas o tendencias pueden ser controladas si se desea, ya sea por cuestiones morales, o sencillamente porque el individuo decida libremente que su deseo no se corresponde con su naturaleza física, y lo hacen de forma voluntaria, sin que esto conlleve necesariamente infelicidad o problemas psicológicos para el individuo.
Volviendo al tema de las parafilias. ¿Cómo surgen este tipo de desviaciones del  comportamiento sexual? No cabe duda que en el tema de las parafilias no existen profundos estudios que nos pueda llevar a conclusiones contundentes como si los hay en el caso de la homosexualidad. Pero no porque no los haya, sino porque pocas son las personas que reconozcan abiertamente su condición de zoófilos o pedófilos y no suelen buscar tratamientos de ayuda. Aparte de las explicaciones que el psicoanalisis aporta, en los pocos casos estudiados, ciertos trabajos apuntan a una alteración física en determinadas partes del cerebro de estos individuos. Se observan notables diferencias en el lóbulo temporal  y esta puede venir provocada por un accidente, un tumor en la corteza prefrontal, temporal o en el hipotálamo, produciendo una desinhibición total en la necesidad de placer sexual y buscan a personas dóciles para satisfacer sus descontrolados impulsos. Existe un síndrome conocido como Klüver-Bucy, que puede afectar a personas a las que se les extirpa parte frontal del lóbulo temporal, que por alguna razón los lleva a excitarse con pornografía dura, violaciones, sadomasoquismo extremo y pornografía infantil. Pero esos son casos excepcionales, por lo general, muchos pedófilos lo son desde niños.

    Pero no olvidemos que al fin y al cabo todo ese modelo de conducta que lleva a estas personas a dirigir su atención sexual hacia conductas atípicas, se desarrolla en el mismo centro neurálgico, el cerebro. En el caso de las parafilias, también están muy relacionadas con los las regiones del hipotálamo, donde se han notado menos neuronas de lo normal y una diferencia en el tamaño del núcleo del lecho de la estría terminal y de la amígdala. No olvidemos que la amígdala está relacionada con el control del miedo, de los impulsos sexuales y el comportamiento agresivo. Así, cuanto más pequeña es la amígdala, más posibilidades de cometer violaciones o pedofilia. Lo cual indica que posiblemente también haya distintos niveles de afectación de la pedofilia y otros trastornos de la conducta sexual. 

  Las personas con estas predisposiciones presentan un patrón de activación anormal en la zona subcortical del lóbulo temporal ante estímulos sexuales, a diferencia  de una persona normal. Eso nos lleva a concluir que es posible encontrar el origen de ciertas parafilias en alteraciones cerebrales también durante el neurodesarrollo, de manera similar a lo que sucede con la transexualidad y sus diferentes niveles, pero viéndose afectadas otras zonas del cerebro.  Curiosamente, en el caso de las parafilias, si es posible encontrar un componente genético que las explique, eso sucedió con cierta familia en la que se encontraron varios pedófilos en su genealogía.

Es curioso, por otro lado, que este tipo de patologías (parafilias) afecte más a los hombres que a las mujeres, lo que nos lleva a pensar que se relaciona con niveles descontrolados de andrógenos. Por otro lado, en el caso de paidofilia (pedófilos) se dan más casos entre la comunidad homosexual masculina, teniendo en estos un carácter más crónico y menos reactivo que en los de hombres heterosexuales. Es posible que la coincidencia de ambas tendencias en una misma persona, convierta a ese individuo en un sujeto peligrosamente impulsivo en su parafilia.  





Bibliografía y lecturas recomendadas



-Elobeid M.A. 2012 Bisfenol A – Tropical journal of Pharmaceutic Research 11, 455.


-Sexualidad y vida sexual – Aula abirta Salvat - ISBN 84-345-7813-1


-La Génesis de las parafilias sexuales y la homosexualidad  - Rafael Jiménez Díaz – Universidad de Málaga


-Diagnostico de los traumatismos craneoencefálicos – Bryan Jennett/ Graham Teasdale – Salvat editores S.L.


-El comportamiento humano – Josep Toro Trallero – Salvat Editores











Yo: él o ella



En los últimos tiempos el mundo entero está siendo testigo del empuje de ciertos grupos de presión social, cuyos miembros están consiguiendo derechos y reconocimientos, años atrás impensables. Nos referimos a la llamada comunidad LGTBI, a los que poco a poco se han ido añadiendo otras minorías de personas que no se definen, ni se sienten como la mayoría de los hombres y mujeres, que no sienten la misma atracción en sentido sexual, a los que de alguna manera su cerebro les hace sentirse distintos. Existen entre los humanos varios tipos de modificaciones de conducta sexual que por años han creado controversias morales, antaño perseguidas y prohibidas y, en las últimas décadas aceptadas como una tendencia natural más. Las siglas LGTBI, abarcan varias categorías de disforias sexuales como: la homosexualidad (femenina o masculina), la transexualidad (disforia de género), bisexualidad, (atracción por ambos sexos) o intersexualidad (ambigüedad física o hermafroditismo). 

En todas ellas juega un papel vital el cerebro y su sentir con respecto a la atracción sexual. En algunos casos a consecuencia de ciertos desordenes del desarrollo sexual físico, causado por alguna alteración cromosómica o de los genes envueltos, que repercute en la manera en la que se desarrolla el cuerpo y en otras por lo que se conoce como los disruptores de género o sexuales. En el primer caso, hablaríamos de ambigüedad o intersexualidad, aquella persona que físicamente queda entre medias de hombre y mujer,  pueden darse caso de morfologías confusas, con genitales de hombre, pero sin formación testicular, o externamente mujer aunque sin órganos de reproducción internos. En otras situaciones el cuerpo contiene ambos géneros, aunque de forma no funcional, llegando a un hermafroditismo casi total, aunque por lo general la mente puede decantarse por uno u otro género. En el caso de la transexualidad no se considera que hay defecto físico alguno, es decir se nace como hombre o como mujer, pero la mente va por otro lado y se cree o se siente del sexo contrario. Las otras conductas (homosexualidad o bisexualidad), se consideran tendencias, pues no hay aparentemente nada mental o físico que lo lleve a tomar ese camino, aunque decimos aparentemente, ya que algunos estudios que veremos más adelante parecen mostrar ciertos signos identificativos en los cerebros de este tipo de personas, y además podemos afirmar que estos últimos efectos se producen en el desarrollo de la mente.    

Aunque a lo largo de la historia siempre han existido en mayor o menor grado estos trastornos de conducta o tendencia sexual, da la impresión de que en los últimos tiempos ha habido un auge. Algunos lo achacan a la libertad que se ha conseguido en tiempos modernos, que ha hecho que muchas personas declaren abiertamente su tendencia sexual, cuando antes la ocultaban. Veremos cuanto de cierto hay en esto, y si realmente hay un aumento, sabremos a qué es debido. Pero antes debemos profundizar en las causas de estas disfunciones de lo natural, lo llamaremos así, aunque muchos se oponen a que se considere como una disfunción del cerebro, pero como veremos las pruebas demuestran que sí lo son. Y con esto no decimos que se trate de una enfermedad que se pueda tratar con medicamentos o tratamientos específicos para curarla, no, es algo mucho más complejo.

Para entender un poco el asunto, vamos a centrarnos primero en los individuos englobadas en el llamado transexualismo. No hay duda que existen casos de personas que naciendo con cuerpos masculinos, su “yo interno” les hace sentir un fuerte deseo de ser mujer, o por el contrario, personas físicamente mujeres completas, sienten que sus cerebros desean ser hombres. Y no estamos hablando de los casos de trastornos psicológicos temporales, causados por traumas en la infancia, sino de verdaderas dicotomías entre cuerpo y mente. Se dice que uno de cada 30.000 niños y una de cada 100.000 niñas padecen este trastorno llamado científicamente como disforia de género. Esta situación en ocasiones produce mucho sufrimiento e infelicidad, complejos, por no poder desarrollar el rol que representa en lo físico, depresiones por no sentirse una persona completa e incomprensión por parte de la sociedad, al ser señalados como pervertidos o desviados. 


En la sociedad occidental, se ha pasado de declarar como pervertidos a los que sufrían este tipo de problemas, a convertirlos en valedores de toda clase de derechos médicos. La respuesta médica que por lo general se recomienda en este tipo de situaciones se basa en la premisa siguiente: “Lo que la mente o el “yo cerebral” sienta, es lo que debe predominar, aunque el cuerpo nos lleve por otro camino”. De esa manera en los países más avanzados se lucha por los derechos de los transexuales a recibir la asistencia necesaria para adaptar su cuerpo a su mente, en algunos lugares las operaciones de cambio de sexo están subvencionadas por el estado y son comunes. Y puesto que algunas características propias del transexualismo se observan desde la niñez, se habla incluso de dejar que los niños decidan que sexo elegir, independiente del definido por su cuerpo, y que lo hagan cuando ellos alcancen la madurez suficiente. En otros casos se exige que los padres dejen a sus niños vestir del otro sexo si así se lo plantean, pues consideran que es lo más importante para la felicidad y desarrollo del joven. Al ser una condición cerebral, la disforia de género no se considera enfermedad y por tanto no se busca cura, no hay tratamiento médico que modifique ese deseo. El enfoque psicológico no parece pues muy recomendado como terapia, aunque paradójicamente para realizar una operación de cambio de sexo si se aconseja acudir a psicólogos a fin de preparar la mente al cambio de reasignación de sexo y verificar la idoneidad del tratamiento hormonal. Los que sufren esto se sienten incompletos, pues su mayor deseo es tener un cuerpo opuesto al que tienen, piensan que quedándose con el cuerpo con el que nacieron para ellos es no estar completos, sufren por falta de autoestima. Esto se debe a que la discordancia del cerebro hace ver a la persona, que los miembros sexuales de su cuerpo parezcan ajenos, indeseables, como si no fueran suyos. No es simple atracción por personas de su mismo sexo, sino convertirse en alguien del sexo contrario. 

Por supuesto que también encontramos a personas que afirman que se puede convivir con esa condición y que parecen haber aprendido a adaptar la mente, forzándola a aceptar el cuerpo que tienen con cierto éxito, de la misma manera que un ciego o alguien con cualquier otra tara física consigue, gracias a la flexibilidad y adaptabilidad del cerebro, abrirse camino fortaleciendo otros sentidos, superando así las limitaciones, sin tener que forzar cambios físicos con dolorosas operaciones. Sin embargo, no parece fácil convivir con una fuerza interior que te induce a rechazar el cuerpo natural, precisamente por no sentirse identificado en este, por eso la mayoría optan por el cambio de sexo como la única vía para sentirse completamente satisfechos o felices.

Pero por muy perfeccionada que esté la técnica de conversión en operaciones de cambio de sexo, hay ciertas limitaciones que también producen mucha frustración. Tal vez en un futuro se solventen, pero por el momento no es posible realizar una conversión total, y estas deficiencias, en apariencia no parecen obvias, pero lo son:

El sueño de un hombre que desea ser mujer, es, aparte de verse con cuerpo femenino, también ser capaz de funcionar totalmente como tal. Pero surgen dificultades insuperables, como la que conlleva completar un sistema reproductor completo y funcional. Bien es verdad que ya se habla de trasplantes de útero, vaginal, etc. Pero las complicaciones para hacer que ese útero trasplantado cumpla toda su funcionalidad parecen tan grandes que por el momento no se contempla, pues hay muchos más factores que el simplemente implantar mamas o realizar una vaginoplastia, ya que hay todo un sistema reproductor y endocrino con funcionalidades, tales como la dilatación y lubricación natural, la segregación de hormonas (en este caso estrógenos), por no decir la producción de óvulos y otras cosas que conlleva ser y sentirse mujer.

Por otro lado, se sabe que el órgano sexual femenino funciona como un poderoso mediador de neurotransmisores, que segrega entre otras, dopamina y oxitocina, y que se trata de una conexión cerebral mucho más compleja que en el caso del hombre y existen diferencias entre el orgasmo clitoriano y el de un pene. Esa diferenciación del proceso orgásmico entre un hombre biológico y una mujer biológica, por mucho que se quiera adaptar no se compatibiliza totalmente. Se sabe que la respuesta sexual femenina es impulsada por la parte derecha del hipotálamo, mientras que en los hombres surge en el lado izquierdo. Curiosamente esa función no se ve alterada en el caso de transexuales, sus cuerpos biológicos funcionan de igual manera y el clímax o excitación máxima la efectúan los sensores en conexión con los mismo lados de su hipotálamo, correspondiente al sexo biológico, al parecer los disruptores que en el desarrollo embrionario forzaron su disforia solo afecta a las zonas relacionadas con la identificación. Por ejemplo el sistema endocrino, relacionado con la sexualidad, es más complejo y envuelve varias partes del cerebro y del cuerpo, es imposible cambiar todas sus conexiones.



Otro aspecto interesante a tener en cuenta es la similitud que han hallado ciertos expertos entre la transexualidad y el desorden de identidad integral corporal, conocido este último por sus siglas en inglés “BIID”. Este trastrono mental provoca en los afectados un irresistible deseo por amputarse una o más extremidades del cuerpo, por no considerarlas suyas. Esa obsesión no conlleva solo el deseo de amputación de un brazo o una pierna, sino que en algunos se presenta con un fuerte deseo de convertirse en paralíticos, ciegos, sordos o usar dispositivos ortopédicos. ¿Qué tiene que ver esto con la transexualidad? Aparentemente nada, pero un dato estadístico intrigante muestra que casi un 20% de pacientes de BIID, también se declaran transexuales. Además de un alto porcentaje de homosexuales y bisexuales que sufren de BIID, que llega al 38%. 
 Si bien el área del cerebro donde se produce este extraño trastorno es aún un misterio, tan solo se sospecha de ciertas zonas de la corteza frontal y del lóbulo parietal, partes relacionadas con la sensibilidad en las extremidades, pues según parece, por alguna inexplicable razón no se registra la actividad que debiera mostrar, cuando por ejemplo se golpea suavemente o se acaricia el miembro que se desea amputar. Se cree que al igual que en el caso de transexuales, es innato y probablemente se desarrolle por un fallo en el desarrollo cerebral temprano. Si no se conoce suficientemente sobre este extraño padecimiento es porque pocas personas con ese problema acuden a los investigadores y además se considera un desorden psiquiátrico y no cerebral. No olvidemos, sin embargo que en el caso de los transexuales, también comparten con los del BIID su deseo de amputarse miembros del cuerpo, en este caso pechos o genitales, pues no lo sienten suyos, aunque parece ser, por distintos caminos.

En el 2012 un equipo de investigadores de la UNED, realizaron pruebas en el cerebro de personas transexuales, comparándolas con mujeres y hombres heteros. Las pruebas y resonancias magnéticas mostraron que en las personas transexuales hay ciertos trasvases entre hombres y mujeres, mostrando conexiones en una posición intermedia a la de ambos sexos. Por poner un ejemplo, un hombre que se siente transexual, tiene parte de la corteza subcortical del cerebro más fina, como las mujeres, sin embargo la manera cómo funcionan sus genitales masculinos y su interacción con el cerebro es totalmente masculina, es decir la excitación proviene de la parte izquierda del hipotálamo, como en cualquier hombre. Lo mismo se diría de una mujer transexual, antes de operarse su excitación sexual es como la de una mujer biológica normal, si permitiese tener una relación con un hombre sentiría igual que cualquier mujer, y la parte derecha de su hipotálamo está conectada con sus genitales. De alguna manera su corteza subcortical le hace pensar como un hombre, pero sexualmente sigue sintiendo como una mujer.

El cambio de sexo es por tanto, como dar una apariencia, pero no logra feminizar o masculinizar completamente a los afectados. Dejando a esa persona en cierto modo incompleta y dependiendo toda su vida de fármacos reguladores hormonales que con uso prolongado provocan graves efectos secundarios en hígado y páncreas.

Por otro lado, existen efectos secundarios y dificultades físicas importantes en operaciones de reasignación de sexo de hombre a mujer, entre otras, cerramientos vaginales, fístulas, retención de orina, infecciones recurrentes. En el caso de una mujer que quiere convertirse en hombre, las dificultades son mayores pues no hay posibilidad de recrear una erección natural, no se puede imitar una eyaculación, y no es posible crear un pene con la mínima sensibilidad, (aunque se trabaja en al Metaidoplastia, aumento anormal del del clítoris), tampoco se logra un funcionamiento de unos testículos para la generación de esperma, aparte de la dependencia del paciente a fármacos que provocan hipertensión y que se relacionan a menudo con enfermedades del corazón. Parecen problemas menores, pero las estadísticas indican que el número de suicidios en personas reasignadas sexualmente es más alto que en otros grupos, incluyendo los transgénero no operados, que si bien no se ha profundizado en las causas, puede ser indicativo de cierta frustración por no alcanzar la satisfacción completa o la absoluta adaptación psicológica. Añadir también que un porcentaje de operados (se habla actualmente de un 5%), se arrepienten una vez se ha realizado la operación y sufren aún más, pues desean revertir la operación, acabando algunos bajo graves depresiones. 

Todo esto llevó a la doctora Mirelle E. Brambila, autora del libro Higiene Mental a decir lo siguiente, con respecto a los métodos de reasignación de sexo:  considerando que la cirugía de reasignación de sexo por igual en el varón y mujer transexual, no es considerada como prioritaria y es solo como una opción muy personal de cada transexual, por lo tanto no es considerada como esencial, básica o prioritaria, para la resolución de este trastorno, plenamente demostrado está que las cirugías de cualquier tipo que se practique en la persona transexual, no cura la transexualidad y además también está bien demostrado, que todas estas cirugías que se ofrecen como la de inversión de pene y faloplastias, no se consideran fisiológicas en su gran mayoría, solo son cosméticas y llenas de complicaciones, ya que carecen de la fisiología natural con la que nació cada individuo, es decir su propio sexo. (Mitos y realidades en la cirugía genital en transexuales, Higiene mental- Mireille E. Brambila)

La medicina y la ciencia reconocen que pese a los avances en materia de cambio o reasignación de sexo, un hombre convertido en mujer, nunca podrá cumplir un papel completo, como por ejemplo ser madre. La dificultad radica, aunque no lo parezca, no en la implantación del aparato reproductor femenino en sí, sino en los mecanismos que hacen funcionar este sistema. Debe haber una conexión entre los centros de control mente-cuerpo para lograr hacer que el sistema actúe de manera natural, y que no dependa excesivamente de las inyecciones hormonales. Y hay que tener en cuenta que no todos los centros de control están en nuestra cabeza. Algunos expertos hablan de que en realidad tenemos varios cerebros, aparte de los tres que tenemos en la cabeza (Neocortex, límbico y reptil), hay otros dispersados en distintas partes del cuerpo. Uno de ellos se encuentra ubicado al final del tracto digestivo, en el Colon, pues los movimientos de los intestinos no dependen de un punto concreto del cerebro, sino que es controlado por un sistema nervioso llamado SNE. Lo mismo podría ocurrir con otras partes del cuerpo que parecen funcionar en independencia a nuestro sistema central. Todos estos supuestos cerebros, por supuesto se comunicarían con el principal procesador a través del sistema nervioso periférico, así el cerebro principal de alguna forma sabe o supervisa a los demás. Ciertas pruebas con personas tetrapléjicas o con lesiones medulares importantes, mostraba como hombres pueden tener erecciones o eyaculaciones y como las mujeres pueden concebir hijos, tener contracciones, aunque no sientan el dolor de estas, como si estos fueran sistemas diferenciados o controlados por un sistema separado. Suponiendo que esto fuera así, eso significaría que en el caso de un transexual hay una ruptura entre ese cerebro genital y el central y solo existe cierta comunicación con alguna parte de este (hipotálamo), pero no con la corteza subcortical. Es una hipótesis aún no demostrada, pero ayudaría a entender por qué la infelicidad de algunas personas que a pesar de operarse para adaptar su cuerpo a su percepción cerebral no se sienten totalmente felices o satisfechas.  

Esto nos lleva a plantear de nuevo una cuestión espinosa y quizás poco comprendida por la sociedad actual. ¿Por qué la insistencia en hacer que la mente decida el sexo y no hacer que esta reconozca y se adapte a su propia naturaleza corporal? Si en vez de operar a una persona para cambiarla de sexo, se pudiera “operar” por así decirlo, la parte mental y configurar su cerebro de tal modo que se adapte a las necesidades y formas de su cuerpo, tal vez se evitarían las complicaciones antes mencionadas. Pero parece que esto no está “éticamente” bien visto, ni tampoco parece que las investigaciones vayan por ese camino. ¿Se puede modificar la corteza subcortical de una persona? Tocar la mente o forma de pensar o sentir se considera una intervención inapropiada hoy día, pues entra en el ámbito personal, toca el “yo”, más interior.

Volvamos a la homosexualidad, aquí la cuestión es aún más controvertida, pues hay serias dudas con respecto a si estamos ante una tendencia innata, o una elección natural, o influenciada por experiencias traumáticas en la infancia. (En el capítulo correspondiente a las disruptores sexuales se aborda esta cuestión más a fondo). A diferencia de los transexuales, los homosexuales no tienen el deseo de cambiar de sexo, hasta cierto grado se pueden sentir satisfechos con su cuerpo, pero sienten una irresistible atracción por las personas de su mismo sexo, en diferentes escalas, y según la mayor parte de los entrevistados estas tendencias vinieron con ellos, algunos recuerdan haberse vestido de niñas a escondidas, o niñas que les gustaba jugar a juegos de niños, sin sentirse totalmente del sexo contrario. Como si estuvieran a medio camino entra una persona normal y un transexual. De la información y los estudios aportados por prestigiosos neurólogos como el doctor Dick Swaab, se desprende que puede haber una escala que va desde el heterosexual hasta el transexual, quedando en el centro los bisexuales, y más cerca de los heteros, los homosexuales en diferentes niveles, (veáse el capítulo sobre disforias sexuales).

Por esa razón tampoco la homosexualidad se considera algo que, se pueda “curar” por métodos psicológicos o mediante tratamiento médico alguno. Sencillamente no parece que se pueda extirpar de la mente así como así, aunque sea más controlable que la transexualidad. Eso sí, hay que aceptar una premisa realista, que no estamos preparados físicamente para este tipo de prácticas, como no lo estamos para volar, por mucho que inventemos mecanismos para hacerlo. El cuerpo masculino no está diseñado para ciertas prácticas comunes en la homosexualidad que suelen provocar desgarros, infecciones, y otras dificultades de las que apenas se habla, como el cáncer de ano, pero que están directamente relacionadas con las prácticas de homosexuales hombres. También se puede afirmar que el cuerpo femenino no está preparado para una relación sexual entre dos mujeres, y aunque el riesgo puede parecer menor, estudios recientes muestran una mayor propensión a contraer el VPH (Virus del Papiloma humano), aparte de mayor padecimiento de infecciones bucales, herpes, que en mujeres heterosexuales. Hay que añadir a los inconvenientes mencionados, las estadísticas en psiquiatría que muestran una mayor propensión de enfermedades mentales entre los homosexuales, a las cuales los expertos no pueden dar aún una explicación, pero los hechos son así.

Por otro lado, hay quien afirma que, sobre todo en caso de mujeres, realmente no todas las que forman parejas con personas de su mismo sexo sienten esa atracción, y que simplemente se dejan seducir por otra fémina que sí lo siente, como contrapartida a la desconfianza y maltrato por parte del sexo opuesto, y que por lo general su pareja en ese caso hace de macho, mucho más comprensivo y acorde con sus sentimientos. Independientemente de que este dato sea cierto o no, efectivamente dentro de las relaciones homosexuales, existen roles. Así ocurre, por ejemplo en el caso de los hombres homosexuales, aquellos que prefieren ser activos y otros que se decantan por ser pasivos, los primeros están más cercanos a su naturaleza. Según la teoría de los niveles sexuales, los pasivos están más cerca de la transexualidad y otros en un punto central, como los bisexuales o los versátiles que intercambian roles. Así de la misma manera las mujeres más cercanas al bisexualismo prefieren tomar el rol de fémina ante las más cercanas al otro extremo que se sienten dominantes y toman el rol de macho y por tanto se acercan más al transexualismo.

Quizás no sea fácil de aceptar esta tesis que aquí exponemos, pero está claro que la mente juega un papel fundamental en la conducta sexual en diferentes grados, en ocasiones más que el propio cuerpo, y esa dicotomía mente-cuerpo es la que provoca tendencias tan dispares.

Ahora bien ¿a qué se debe la disforia de género? ¿Se puede evitar? ¿Qué la provoca? ¿Nacemos con ella o es innata o natural? 

En el entrada sobre los disruptores endocrinos se pueden ver las pruebas que demuestran que la homosexualidad y la transexualidad viene dada por el desarrollo prenatal del cerebro, afectada por ciertas sustancias. Ahora bien ¿Puede también venir causada por otro tipo de desórdenes posteriores a los tres meses de vida? 


¿Es la homosexualidad adquirida o natural?

Si queremos hablar de homosexualidad adquirida esta solo se relaciona con los niveles del 2 al 4. (véase lista de niveles de disforia en capítulo 15). En algunos casos se dan en circunstancias de convivencia o ausencia de personas del sexo opuesto de manera forzada. Vamos a poner un ejemplo, los casos de curas o profesores de gimnasia acusados de abuso de menores. Imaginemos una típica situación, como la de los curas pederastas, que dirigían un orfanato. Ellos vivían en un ambiente de abstinencia sexual obligada por su religión, rodeados de niños vulnerables y sumisos, y por supuesto que no hay excusa ni justificación para tales actos, pero estas situaciones se convierten en caldo de cultivo para facilitar el abuso de poder y si se da el caso de que alguno de estos curas tuviese tendencias homosexuales u otras filias adquiridas en el desarrollo uterino, o simplemente buscara satisfacer sus necesidades sexuales en personas con las cuales se siente suficientemente superior para no pedir consentimiento, fácilmente puede verse tentado a abusar, se sienten con la suficiente confianza de que no le van a delatar y por tanto, abusan sexualmente de los niños. ¿Consecuencias? Los curas se convierten en pedófilos y algunos niños, con el tiempo, también en abusadores o por el contrario en homosexuales. ¿Por qué el contraste de resultados sufriendo los mismos abusos? Lo que probablemente sucede es que los niños en los niveles por encima del 2 se pueden convertir en homosexuales y los del nivel 0 o 1 pasen a engrosar las filas de posibles pedófilos si no se atiende psicológicamente a tiempo a estos. Por supuesto, no queremos decir aquí que no puede haber casos que superen el trauma y se conviertan en hombres comunes, padres ejemplares o personas heterosexuales. Pero en un gran porcentaje parece que inevitablemente si queda afectado. 

En el caso de niñas, si un padre o un profesor abusa de ellas en la infancia, es fácil que desarrollen actitudes contrapuestas cuando sean adultas, (si no se les trata psicológicamente), las que estén por encima del nivel 2 pueden convertirse en lesbianas, pues desarrollan odio hacia los hombres, o si están en niveles cercanos a 0 se conviertan en promiscuas, cuando su mente intenta recrear inconscientemente lo que vivieron, aunque aquello les suponga sufrimiento. Así, niñas y niños “normales”, por decirlo de alguna manera pueden sufrir consecuencias graves en su comportamiento futuro. En Ambos casos se deben considerar efectos colaterales al abuso, pero por lo general se castiga más el de los niños varones, por obvias razones, pues corren el riesgo de convertirse en abusadores compulsivos o consumidores de pornografía infantil, en la edad adulta. 

Repetimos, lo que aquí pretendemos hacer es un estudio científico de las posibles causas que llevan a este tipo de conductas, que aunque los lobbys LGTBI defienden como naturales, la ciencia no es tan contundente en darles la razón, sobre todo a la hora de explicar si esto es algo que la naturaleza pueda defender como útil para la supervivencia o si por el contrario, se trata de un defecto, accidente o descontrol más, ocurrido en el desarrollo fetal. 

En el tema 15 se profundiza en las posibles causas de las disforias sexuales en la actualidad. Es muy posible que antaño, cuando el organismo no estuviese tan expuesto a sustancias tóxicas que actuaran como disruptores endocrinos, hubiese otras circunstancias que provocasen en menor medida efectos similares, ya vimos que el cortisol se produce de forma natural pero su producción puede verse alterada por estrés u otros efectos externos y no necesariamente por sustancias químicas administradas o consumidas. 

Antiguamente no estábamos libres de productos contaminantes o que produjeran efectos secundarios en el organismo. Ciertos materiales, como el cobre, aluminio, y otros metales utilizados en vasos, platos o elementos para cocinar se ha demostrado que eran altamente tóxicos y en la actualidad algunos han dejado de utilizarse. Así que de alguna manera siempre hemos estado expuestos en mayor o menor grado a sustancias que se pudieran convertir en disruptores endocrinos y que bajo determinadas circunstancias del embarazo provocasen efectos en el desarrollo cerebral embrionario. Por supuesto, los efectos se daban en menor medida que ahora, eso queda demostrado por la diferencia  que se observa en cuando al índice de homosexualidad o transexualidad en occidente o en países industrializados comparándola con culturas de zonas más remotas o aisladas. En culturas más primitivas apenas se conoce la transexualidad y la homosexualidad, queda demostrado en las tribus amazónicas, donde parece que no existe, no conocen un término que exprese ese tipo de conducta. Lo mismo se puede decir de las muchas tribus selváticas de África, donde la heterosexualidad es la tónica general. 


No obstante, algunos señalan ciertas costumbres de algunas tribus como los Sambia o los Etoro (Papua Nueva Guinea), con rituales de preparación sexual entre hombres mayores y jóvenes, y esto lo califican como rituales de preferencia homosexual, pero no lo es, pues en realidad se trata de ritos de iniciación mezclados con una forma de religiosidad por quienes consideran la sustancia seminal del hombre como sagrada. Pero nada tiene que ver con su atracción o identidad sexual, los roles sexuales en dichas tribus están bien definidos y aunque parezca difícil de entender, ciertas prácticas sodomitas y vejatorias desde nuestro punto de vista, ellos lo entienden como métodos de masculinizar a los jóvenes. 

 En la antigüedad tanto en oriente medio, como en la Grecia clásica o bajo el imperio romano, la homosexualidad se consideraba una alternativa más, pero solo en las altas esferas y bajo la privacidad más interior. No era, ni de lejos tan común como lo puede ser ahora. Por eso, es posible que la mayoría de los homosexuales del pasado fueran del nivel 2 al 5, pero muy pocos de niveles más altos. Mientras que en la actualidad se dan más casos de niveles 5 al 8, los cuales desde niños ya demuestran su diversidad y tendencia.  

Por otro lado algunos señalan que la homosexualidad es algo programado en la naturaleza humana, así como lo pueden ser otro tipo de conductas, es más intentan ver la analogía con el hombre en determinadas conductas entre los animales.  

No negamos que ciertas conductas sexuales en el mundo animal nos recuerdan a la homosexualidad. Se dan en diferentes especies, pero en la mayoría de los casos, no se trata de específicas preferencias de copular con miembros del mismo sexo, sino tan solo de juegos estratégicos, como el caso de los bonobos, macacos y otras especies de simios, en los que machos retozaban con otros machos y hembras se rozaban con otras hembras, pero luego esos mismos no tienen reparo en buscar a sus contrarios con el fin de  reproducirse. Se trata en algunos casos de juegos, en otros de mecanismos para demostrar dominio de manada, otras lo hacen en condiciones de escasez de miembros de otro sexo, o falta total, (como los toros de lidia), otras lo hacen para despertar el interés sexual. Las investigaciones de Paul Vasey de la universidad de Lathbridge, Canadá, llevaron a la conclusión que en realidad muy pocas especies lo hacen con frecuencia suficiente para determinar que fuera una práctica común. Incluso en algunas especies de escarabajo se descubrió que algunos machos montan a otros, depositando su esperma encima del cuerpo de estos, así se aseguran que si ese otro macho copula con una hembra, ese esperma pueda llegarle antes.

    Solamente se conocen dos especies en las que se produce una relación entre mismos géneros de manera permanente  o estable. Una de ellas es la oveja domesticada, en la que se informa de casos de emparejamientos del mismo sexo de por vida.
Aunque existen dudas al respecto, pues es posible que la forma en que son criadas, limitando el número de machos, con el fin de producir hembras que a la vez se reproduzcan con mayor frecuencia, ha requerido de una selección forzosa en las granjas, lo que puede haber llegado a producir machos que se crean hembras. En el proceso de cría, se suele recomendar que se proporcione una alimentación “especialmente nutritiva” a la oveja durante los cincuenta últimos días de gestación, a fin de producir crías sanas y vigorosas y producir leche abundante en la lactancia. En muchas ganaderías se utilizan pienso con oxitetraciclina o clortetracilina, además de cocciodiostatos y otros medicamentos. También se observa esto en el ganado vacuno, vacas intentando montar a otras vacas cuando entran en celo, aunque los expertos consultados consideran normal ese tipo de conducta, coincide también más en animales en granjas cerradas, alimentadas con piensos y preparados alimenticios “especiales”, como los antes mencionados. ¿Afecta esa alimentación “especial” al desarrollo de las crías y su futura sexualidad? 

En cualquier caso, la otra especie en la que la homosexualidad verdadera si se ha documentado es la humana y existen razones para creer que de alguna manera hay cierta relación en el aumento de personas con esta tendencia y la alimentación del ganado vacuno y lanar. En el capítulo relacionado con los disruptores endocrinos se explicará más a fondo esta relación. 




Bibliografía y lecturas recomendadas

-Somos nuestro cerebro - Dick Swaab -Plataforma editorial
-Diferenciación sexual del Cerebro – Revista ciencia – Alonso Fernández, Sandra Olvera y Nallely García.

-El cerebro de las personas transexuales – Verónica Maza - 
-Existen realmente los animales homosexuales - Ciencia BBC Mundo - 16-2-2015
-Diferenciación sexual del cerebro – Damasia Becú de Villalobos – IBME, CONICET, Buenos Aires
-El cerebro sexual - Simón LeVay - Alianza editorial
-Descubriendo la sexualidad humana - Janice Baldwin, John Baldwin y Simon LeVay, - ISBN 978-1605352756




Interferencias en el desarrollo sexual del cerebro


Está claro que hombres y mujeres tenemos diferencias físicas evidentes, pero también cerebrales, nuestros cerebros se diferencian en detalles importantes, lo que nos da la posibilidad de compatibilizar atracción, deseo y búsqueda de uno hacia el otro. Pero por alguna razón esto no siempre es así, y encontramos en el mundo, personas que se sienten atraídos por otros de su mismo sexo y otras ambiguas que no se definen y aquellas que no sienten lo que su cuerpo representa. A todo esto lo vamos a llamar aquí disforia de género, aunque algunos piensan que solo se debe aplicar dicho término a los que sufren la transexualidad, pero vamos a demostrar que en realidad todas las tendencias sexuales que encontramos en la sociedad son de alguna manera disforias en los centros que controlan el deseo sexual de individuo y su identificación en ese sentido. 
Durante la formación de un ser humano en el periodo de gestación, la diferenciación sexual del cuerpo se produce en los primeros dos meses. Los genes juegan un papel vital en esa definición, está claro que si en la información genética del embrión se da el caso de contener cromosoma XX será niña y si es XY será varón. Eso es a grandes rasgos todo lo que la gente común sabe. Sin embargo, estudios recientes como los desarrollados por el profesor Peter GoodFellow demuestran que hay al menos dos genes, (-SRY y TDF), responsables de determinar los caracteres masculinos presentes en el cromosoma Y. Pequeños cambios en estos genes pueden provocar grandes alteraciones en el desarrollo posterior. Por ejemplo, la falta o disfunción de uno de estos genes provoca que, personas con cromosomas XY y apariencia externa masculina, contengan órganos femeninos. También hay alteraciones en los cromosomas X (DHH, NR5A1 y NR0B1), los cuales causan situaciones similares. Todo esto tiene sus consecuencias en el proceso de masculinización y son varias las alteraciones físicas que dan lugar a los llamados intersexuales. 


Alteraciones cromosómicas y embrionarias



Existen diferentes efectos o errores genéticos que provocan efectos notables en la formación de los órganos sexuales y en la diferenciación de estos, estos son los más importantes: 

El síndrome de Swyer o de mujeres XY, es cuando se dan alteraciones en el cromosoma Y, causados por el gen SRY o por inhabilitación absoluta del cromosoma Y, a la vez el cromosoma X también se encuentra deteriorado por los genes NR0B1 u otros.


El síndrome de Klinefelter se da cuando el individuo contiene un cromosoma X de más, es decir tiene XXY, afecta a los hombres y se manifiesta porque estos, teniendo morfología masculina, sin embargo desarrollan glándulas mamarias grandes pero no feminizadas, baja estatura, falta de bello en cara y axilas y órganos masculinos pequeños o atrofiados, azoospermia y otras deficiencias comunes a la esterilidad.


El síndrome de Morris, es también una alteración del cromosoma Y, y sucede cuando este queda inutilizado debido a que se hace inmune a los andrógenos u hormonas masculinas, esto fetos se convierten en personas con apariencia y cuerpos femeninos, aunque sin ovarios ni útero, por ello se le llama “falsas mujeres” en el sentido que en el estado fetal estaban destinados a ser niños, pues contienen los cromosomas XY, pero salieron como niñas y su cerebro orientado a comportamientos femeninos, con fenotipo femenino, pero suelen ser de caderas estrechas, niveles de testosterona similar a la del hombre y otros rasgos como la altura cercanos a un hombre.


El llamado hermafroditismo es aún más raro entre los humanos, y no es funcional como en otros casos que se dan en la naturaleza, sobre todo en plantas y algunos insectos. O como sucede en ciertos peces que cambian de sexo en el trascurso de su vida, como los róbalos. En todos estos casos su diseño natural los ha dotado de estos mecanismos para la supervivencia o progreso de su especie. En el caso de los humanos con estas patologías, no tiene utilidad alguna para la superación o conservación de la especie, pues por lo general son estériles.


Como sabemos, la información genética del cromosoma Y se encarga de diferenciar a hombres de mujeres, por tanto la falta de funcionamiento normal del cromosoma Y, los convierte en mujeres, aunque en muchos casos a medias, pero también ciertas alteraciones se pueden dar entre los cromosomas X.


Así, en el polo opuesto tenemos aquellos individuos con síndrome de La Chapelle o Disgenesia gonadal XX, es decir personas que pueden tener aspectos y órganos masculinos o femeninos, pero que deberían ser mujeres, sin embargo no lo son. Esto se debe a una alteración o cambio de un gen contenido en el cromosoma Y, que en un momento dado estaría como camuflado. Como hemos remarcado anteriormente, existen dos genes claves en el desarrollo embrionario que juegan un papel vital en el futuro sexual del niño, el gen TDF que se encarga de la formación testicular y al SRY de los aspectos masculinizadores. El problema surge cuando por alguna razón desconocida el cromosoma "Y" queda inutilizado dejando fuera el TDF, mientras el gen SRY sufre una translocación y pasa a formar parte de un cromosoma X, dando como resultado que se formen dos cromosomas X, pero uno de ellos modificado o masculinizado. El resultado es individuos con apariencia masculina o ambigua, pero escaso desarrollo testicular, y por lo general estériles, pero a los que se considera como hombres, pues su cerebro reconoce su cuerpo como tal.


Incluimos también aquí el síndrome de Turner que en este caso  afecta a mujeres, se trata de la falta o atrofia de uno de los cromosomas X, es decir son niñas X0. Estas niñas no desarrollan en la pubertad y tienen ciertos rasgos distintivos claros, como baja estatura, piel con ciertas arrugas características en el cuello, mamas pequeñas, y debido a que los ovarios no pueden responder a las órdenes del cerebro para producir las hormonas femeninas necesarias, suelen ser estériles.

Estas y otras patologías tienen algo en común: Que son provocadas por trastornos genéticos que pueden provenir tanto del padre como de la madre y hasta ahora no siempre es posible prevenir. Aunque tal como hemos visto, en la mayoría de los casos los errores se dan por casusa de defectos en el cromosoma “Y”, que aporta el hombre. Es posible que el aumento en estas patologías está relacionado con la baja calidad del esperma que en los últimos años se ha convertido en un problema creciente entre muchos jóvenes. Estudios realizados en Dinamarca en los años 90 del siglo pasado indicaban un preocupante descenso del número de espermatozoides en el semen de los hombres, en comparativas entre los años 1940 y 1990 recopilada en más de veinte países se mostraba también ese descenso. Tanto es así, que la OMS en el siglo pasado establecía que un hombre era fértil si su semen contenía 50 millones de espermatozoides por cada eyaculación. Pero ahora se ha rebajado esa cantidad a 20 millones, pues es el promedio del hombre actual. Si a esto sumamos el aumento de casos de anormalidad en la forma, astenospermia (espermatozoides cansados o sin fuerza), oligosepermia (baja concentración de sanos) y uno de los defectos puede ser errónea información cromosomatica.  


Advertimos que hasta ahora hemos tratado de defectos congénitos asociados a los cromosomas, tal vez  con el tiempo se consiga detectar si un chico o una chica vienen con ambigüedades en sus genitales o si el niño o la niña vienen funcionalmente completos. Pero aun consiguiendo esto, no se lograría detectar que el bebé obtenido con esos estudios sea un hombre o mujer mental completa o nazca con una disfunción o disforia de género, pues puede darse el caso de tener sus cromosomas X o Y perfectamente, pero nacer sin un sexo mental adecuado a su cuerpo. ¿Cómo es eso posible? Porque esto más bien está asociado con otro proceso que a continuación detallaremos: 


Proceso de la diferenciación sexual 


La diferenciación sexual, como ya se ha explicado antes, queda determinada en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, el cual contiene en su ADN los cromosomas clave (X, Y), cuyo par decidirá de que sexo será el neonato, y siempre y cuando no haya ninguna alteración en estos y los genes envueltos cumplan bien su función. Sin embargo, una vez formado el embrión, hasta pasadas cinco semanas no se empiezan a distinguir diferencias visibles. Antes de eso, los embriones son idénticos, es decir ni siquiera al microscopio es posible observar diferencias entre femenino o masculino, es más, en ambos casos se observan esbozos genitales idénticos cuya estructura bipotencial, (conocida así por el doble potencial masculino o femenino y llamada técnicamente: Cresta gonadal), puede evolucionar hacia testículos u ovarios. Pero llegada la segunda semana del segundo mes, el juego de cromosomas XY y sus correspondientes genes empiezan a actuar por medio de una serie de eventos en los que, en dicha estructura bipotencial se forman una especie de bolsas testiculares fetales y estas empiezan a segregar dos hormonas, (Ani-Mülleriana y Testosterona). La aparición de estas hormonas, provocan la masculinización de los órganos genitales, externo e interno en los chicos. En el caso de ser hembras, por contener los cromosomas XX, no se forman estas bolsas y por tanto no se producen las hormonas antes mencionadas y se mantiene la indiferenciación durante más tiempo. Esa falta produce la feminización de los órganos, cuyo proceso es más lento pues no se desarrollan ovocitos hasta el cuarto mes.



El proceso, por supuesto, es más complejo y viene determinado por la producción y segregación de hormonas, como las antes mencionadas, testosterona, la AMH y la progesterona, en perfecto equilibrio. Un desequilibrio, sea por disminución, aumento, anulación, o bloqueo de alguna de ellas, puede provocar infinidad de efectos biológicos en el desarrollo de de los órganos en el futuro del neonato y como hemos visto antes, en la completa formación de la mujer o el hombre en el que se convertirá, que depende de la segregación de dichas hormonas. Lo primero, por tanto, es que quede determinado el sexo gonadal, es decir cuando se formen las gónadas o bolsas donde se procede a producir gametos o células sexuales y donde se producen las hormonas sexuales. Tal como explicó un estudio del instituto de biología de Buenos Aires, se puede concluir que las diferencias sexuales a nivel molecular son causadas por la expresión de los cromosomas y ciertos genes, como por la acción de las hormonas, estas pueden generar y/o prevenir diferencias en determinado momento del desarrollo fetal. Este es el paso primario ocurrido entre la quinta y séptima semana de gestación, pero el proceso no queda completo hasta el cuarto mes. 
En el cerebro, la definición sexual no empieza hasta pasados los cuatro meses, y dicho proceso no depende de la genética, sino que lo marcan específicamente las hormonas, como la testosterona, los estrógenos y la progesterona generadas por las bolsas testiculares. Eso sí, por alguna razón, desde los inicios de la formación del cerebro, algunas neuronas del sistema nervioso ya tienen receptores para estas hormonas.


El neurólogo holandés Dick Swaab en su libro Sexual diferentiation of the brain and behavior, explica que, debido precisamente a que ambos procesos se efectúan en tiempos distintos e influenciados por diferentes elementos, esto resulta en que ocurran extraños fenómenos de discordancias sexuales. Y resulta en que personas con un sexo definido en el cuerpo, se sientan del sexo opuesto en su mente.




Recientes estudios arrojan luz sobre las causas de este “error” en la transmisión de información hormonal al cerebro en desarrollo. Según explica Swaab, en otro de sus libros “Somos nuestro cerebro”, existen momentos clave en los que cualquier influencia externa puede provocar alteraciones más o menos graves en este proceso. En el caso de los niños, se sabe que entre las semanas 12 a 18, hay un vertiginoso aumento de los niveles de testosterona en el cerebro y al final del embarazo, la proporción de esta sustancia es diez veces más alto que en las niñas, pero hasta pasado los primeros tres meses después de nacer, el nivel de testosterona en los niños debe ser igual que en los adultos. Estos dos picos fijan de algún modo el desarrollo de estructuras y circuitos cerebrales para el resto de la vida, el siguiente pico, la época de la pubertad, simplemente obedece a lo que ya viene siendo dado desde el desarrollo fetal y los primeros tres meses de nacido. Por tanto se considera clave lo que suceda en el mes cuarto del embarazo y las sustancias que en ese periodo pueden interferir en el desarrollo normal del cerebro del feto. 

Disruptores endocrinos en el desarrollo cerebral


Ciertos componentes utilizados en medicina para paliar los efectos de trastornos mentales o nerviosos, entre ellos, fonobarbital, difantoína, son agentes perturbadores del flujo hormonal, se les conoce como disruptores endocrinos. En el caso de embarazadas, se ha demostrado que pueden cambiar el metabolismo de las hormonas sexuales y por tanto, afectar al niño o niña, hasta el grado de generar dificultades en la definición sexual en el cerebro del feto.


Pueden haber causas genéticas, como niñas con trastornos en la glándula suprarrenal, HSC,  quienes tienen riesgo mayor de ser lesbianas o bisexuales, al igual que la ingesta de DES, un medicamento antiabortivo que simula el estrógeno y también se relaciona con estos efectos. Ciertas drogas, como la nicotina o las anfetaminas, tomadas por una madre embarazada están relacionadas con que muchas niñas se conviertan en bisexuales o lesbianas, debido a que interfieren en el flujo de hormonas. En el caso de los niños, ciertas sustancias como el Cortisol, incrementa la proporción de niños homosexuales, dicha sustancia (Cortisol) inhibe la producción de hormonas sexuales, en grado limitado, no llegando a negarlos, pero si a bajar notablemente los niveles de testosterona y producir niños afeminados. Se han estudiado casos de madres que han sufrido estrés durante el embarazo y como al parecer el Cortisol también se produce a niveles mayores en los estados de ansiedad o estrés, es muy posible, viviendo en occidente una vida bajo mayor presión, también sea la causa del aumento de casos de niños homosexuales o transexuales. Si bien no he encontrado estudios comparativos que revelen si en países pobres o subdesarrollados existen menos transexuales y homosexuales que en los de occidente. Pero queda claro que así como el tabaco, el alcohol o las drogas se relacionan con distintas anomalías en cuerpo y cerebro del feto, muchas claras y contundentes, estas otras sustancias también lo hacen, pero de manera menos visible en apariencia. 



Lo que sí está claro es que el aumento notable en los últimos años de transexuales puede estar directamente relacionado con la industrialización de la alimentación y la intrusión de la industria farmacéutica en la vida de las personas a mayor grado que antes. Tomamos cada vez más medicinas para paliar más enfermedades y más calmantes para todo tipo de molestias, como dolores de cabeza, musculares y  también se abusa de ansiolíticos y antidepresivos, cuyas sustancias pueden quedar en el cuerpo durante más tiempo del que creemos.


Algunos agentes, como el dietilestibestrol, suministrado a mujeres embarazadas con riesgo de aborto, entre los años sesenta y setenta, después se descubrió que generaba en los niños de embarazadas expuestas, a padecer trastornos de identidad sexual, en un 35%. No se retiró hasta que se empezó a relacionar con el aumento de casos de cánceres prematuros en las hijas de las que lo tomaron, lo cual provocó que fueran retirados en dichos tratamientos. Pero es interesante notar que esta misma sustancia es utilizada en el engorde del ganado para consumo humano, lo que puede estar detrás no solo del aumento de cánceres de mama en mujeres jóvenes y obesidad infantil, sino en los trastornos sexuales.


El bisfenol, que se utiliza como componente básico para ciertos plásicos rígidos en reacción con la acetona, es comúnmente utilizado en la fabricación de CDs, está presente en pinturas, colas, pero también se utilizó en los años sesenta y setenta en biberones, empastes dentales y hasta en los cristales de pasta de las gafas. En la actualidad, aun muchos envases de alimentos, como botellas de plástico contienen Bisfenol (BPA, BPS). Científicos de la universidad de Carolina del Norte, demostraron que la exposición prolongada al bisfenol durante la gestación, la lactancia y los primeros años de vida, estaba relacionada con estados de ansiedad, debido a sus efectos en la amígdala. Curiosamente se sabe que una de las zonas donde se han encontrado diferencias entre cerebros de heterosexuales y homosexuales, es también la "amígdala". Y otros estudios muestran que el BPA (Bisfenol-A) mimetiza la estructura de los estrógenos, por tanto tiene la capacidad de alterar el sistema endocrino, es considerado, por tanto un “disruptor endocrino” en toda regla. Entre otros efectos que puede ocasionar se mencionan: Cambios en el comportamiento, hiperactividad, agresividad en niñas, pubertad temprana, reducción de la cantidad de esperma en los hombres, incluso en alteraciones cromosomáticas.

Se sabe que este tipo de sustancias se encuentra ahora mismo en todas partes y está llegando a la cadena alimenticia a través de los plásticos que los peces ingieren en el mar. Pero la migración del bisfenol-A hacia los alimentos también se lleva a cabo por simple contacto con estos a ciertas temperaturas por el efecto de la luz, esto es suficiente para que se transmita y por tanto llegue al cuerpo de quienes ingieren dichos alimentos. Lo mismo sucede con el contacto prolongado con el agua, aceites, refrescos y otros productos embotellados, de allí que se sugiere mantenerlos alejados de la luz directa. Últimamente se está sustituyendo el bisfenol-A por el bisfenol-S, pero este último, así como toda la serie de bisfenoles tienen efectos en el sistema endocrino. 



Los “Ftalatos” son otras sustancias presentes en cientos de productos cercanos al hombre moderno. Se utilizan principalmente para producir cloruro de polivinilo, más conocido como PVC. Es un material plastificante que se utiliza en la construcción, protección de cables eléctricos, membranas impermeables, aislamiento, su finalidad es hacer que los plásticos tengan más flexibilidad. Además de en materiales de construcción, también se encuentra en juguetes infantiles, material escolar, sillas, mesas, platos, cortinas de baño y otros utensilios de uso común y más cercanos al contacto humano. Se supone que la exposición a los ftalatos es baja debido a que parece ser, es una sustancia que en sí sola, no es tan fácil de migrar, es decir no se integra a otras sustancias fácilmente. Deben darse ciertas condiciones más extremas en temperatura o degradación del plástico para que esta sustancia migre por si sola. Sin embargo por alguna razón se está descubriendo niveles altos de ftalatos en peces, aves y otros animales, y más preocupante aún, en la orina de los humanos, lo cual indica que se ha introducido de alguna manera en la cadena alimenticia. Y esto tal vez se debe precisamente a esa naturaleza no migratoria de esta sustancia, es decir al mezclarla en polímeros plásticos, cumple su función, pero no se integra en estos, por lo cual es más fácil que se desprenda de los plásticos de los que forma parte. Es como si formara una capa invisible e independiente en los productos a los que se añade, como si se tratara de una capa de pegamento, por ejemplo, que en el momento que un niño chupa o rasca se desprendiese y fuese ingerido por el niño. Hablamos de algo mucho menos visible que una capa de pegamento o de pintura, más sutil,  pero no menos peligroso.
Es verdad que no se trata de niveles excesivamente altos, pero algunos estudios indican que incluso a niveles muy bajos de concentración de algunas de las variedades de ftalatos como: DIBP (ftalato de diisodecilo), DBP (Dibutil ftalato) BBzP (ftalato de bencilo y butilo), DiNP (ftalato de diisononilo) o el más común, DEPH (Dietilhexil ftalato), provocan efectos en el aparato reproductor masculino. Se efectuaron estudios en ratones, donde quedó demostrado que dosis extremadamente bajas de DEHP suprimían la actividad de la aromatasa, una enzima vinculada en la masculinización del cerebro de los machos de rata. Un contacto mayor de estas sustancias afectaba al desarrollo embrionario de los roedores, de tal manera que las crías manifestaban patentes signos de feminización en los machos, con menor distancia ano-genital, menor número de espermatozoides y mayor riesgo de padecer trastornos de conducta y desarrollo del cerebro, y en las hembras un anormal adelanto del desarrollo sexual. Las demás variedades de estas sustancias también afectan al desarrollo fetal, en el caso de embarazadas, pues modulan la producción endógena de testosterona del feto y generan, por tanto, cambios hormonales importantes.
El problema es que estas sustancias tan comunes en el ambiente que nos rodea, mezclados además con otras sustancias que se añaden a los plásticos pueden potenciar sus efectos. Los estudios en animales se han extrapolado a humanos, obteniendo resultados preocupantes, que de afectar igual que a ratones de laboratorio, estarían detrás de muchos de las disforias sexuales en el cerebro. Por ejemplo, un estudio sobre los efectos de una exposición prolongada a DBP, DEP, DIBP, por parte de mujeres embarazadas, indicó que estaba ligada a una serie de síntomas claros de desmasculinización del aparato reproductor masculino en los hijos varones de estas, además de otras atrofias genitales. También se relaciona con la esterilidad de muchos varones, tan común hoy día.
En Dinamarca, se realizó a principios de siglo un estudio estadístico que demostró que el aumento de la infertilidad masculina estaba directamente relacionada con el contacto, desde la edad infantil, con juguetes que contenían ftalatos y el uso de esta sustancia en los envases de alimentos de comida rápida. La preocupación por este tema, debido a que cada vez más parejas tenían que acudir a clínicas de fertilidad, puso en alerta a las autoridades del país, por eso en 2012 el gobierno decidió prohibir el uso de esas sustancias, pero lo fueron posponiendo, hasta que pocos años después dieron marcha atrás por las presiones de los demás estados de la Unión Europea, y las grandes empresas del sector. Están claros los efectos de lo ftalatos en el sistema endocrino, pero los estados aún no se plantean su eliminación, en parte porque hay una controversia entre la industria de los plásticos, quienes intentan demostrar que los ftalatos no son sustancias tan volátiles o transmitibles y que no se ha demostrado su toxicidad, y que los efectos en la sexualidad son muy subjetivos. Frente a estos, tenemos organizaciones ecologistas, pro-salud y otros investigadores que defienden que es muy posible que a través de la reacción química con otros productos, los ftalatos estén pasando a la cadena alimenticia y por tanto al organismo humano.
El aumento notable de homosexualidad y transexualidad en el mundo occidental más desarrollado, puede estar causado por este tipo de químicos en la alimentación. También hemos hablado antes de la introducción en la alimentación del ganado de oxitetraciclina, clortetracilina, además de cocciodiostatos.
Aunque tomar dichas sustancias que están contenidos en ciertos antibióticos no ha demostrado tener efectos físicos notables en el feto, salvo en la futura coloración de los dientes en los niños, sin embargo, los médicos aconsejan no tomar estos productos después del cuarto mes, y se advierte de su peligrosidad. Pero por extraño que parezca, no está prohibido su uso en el ganado, donde hasta se estimula a dárselo a las ovejas, cabras y vacas preñadas. No hay estudios sobre el efecto de estas sustancias en el esperma del hombre, pues a menudo solo se efectúa pruebas en embarazadas y fetos, pero habría que hacerlo para determinar si el abuso de los antibióticos en nuestra sociedad está condicionando la tasa de testosterona en el hombre y la calidad seminal de este, sus cromosomas, y esto esté dando pie al aumento en los casos de “errores genéticos relacionados con el sexo”.  
Tenemos por ejemplo los glifosatos y sus derivados, utilizados en las plantaciones como herbicidas para eliminar malas hierbas de forma química. También es utilizado en las ciudades, a fin de eliminar los brotes de plantas en aceras o calles, o para controlar las malas hierbas en jardines públicos, pero según parece es en estos puntos, donde más rápidamente se puede filtrar al agua y llegar a la cadena alimenticia. Ahora se sabe que estas sustancias pueden ser cancerígenas, por ello la Unión Europea se plantea su prohibición en los próximos cinco años, si se demuestran esos efectos. También está probado que algunos de estos glifosatos en animales pequeños producen una disminución de la testosterona y por tanto provocan descensos de población al disminuir el deseo sexual de los machos. ¿Puede llegar esto a afectar a los humanos? Se están intentando realizar pruebas, digo intentando, pues Monsanto, (y ahora Bayer), la empresa que comercializa este producto, está poniendo impedimentos a la investigación, al estudio y a las pruebas médicas sobre estas sustancias. Algunos expertos indican que es poco probable que el consumo de agua contaminada con glifosatos afecte a la testosterona de adultos, ¿pero qué hay de los niños en desarrollo prenatal? ¿Qué hay de las madres embarazadas? ¿Puede llegar esta sustancia hasta los fetos y afectar a su desarrollo sexual? Es muy probable.

Otros agentes químicos de uso común son los OMC, (Metoxicinamato de Octilo) o el 4-MBC (4-Methylbenzylidene camphor). Ambas son sustancias que aparecen en la mayoría de las fórmulas químicas de los aceites o cremas de protección solar. Estudios recientes señalan a estos dos compuestos como potenciales disruptores endocrinos, además el 4-MBC se adhiere a la tiroides y está detrás de muchas de sus afecciones. Por otro lado el OMC es considerado un alto disruptor sexual y puede estar detrás de los efectos en el desarrollo reproductivo y que tantos casos de infertilidad masculina está produciendo, además de los efectos en el desarrollo sexual del cerebro de neonato, con el consiguiente aumento de los casos de confusión sexual en la edad adulta. Hoy día se sabe que estas sustancias llegan al sistema humano por dos vías, de manera directa absorbida por la piel pasa al torrente sanguíneo y de allí a la tiroides o en el caso de una embarazada, afectando de lleno al feto en su desarrollo. La otra de manera indirecta a través de los peces que ingerimos, que han ingerido de alguna manera las toneladas de cremas protectoras que soltamos al bañarnos. 

En esto el neurólogo Dick Swaab es contundente al afirmar que tanto la transexualidad, como la homosexualidad y casi cualquier tendencia sexual ya viene dada por el desarrollo fetal, no se adquiere, en todo caso, se provoca por agentes externos como ya ha quedado demostrado, y al que es difícil no estar expuestos, pues  lamentablemente vivimos en un mundo plagado de estos agentes.

Niveles de disforia sexual en el cerebro
Muchos defienden que no existe aumento sustancial de la homosexualidad en nuestro tiempo y que esta ha acompañado a la sociedad humana desde que se tienen informes históricos. Sencillamente –afirman los defensores de la LGTBI– antes, las personas con estas características ocultaban su identidad por motivos morales, religiosos y porque las leyes castigaban dichas conductas. Pero aún teniendo en cuenta que es verdad que toda la vida ha habido casos de homosexualidad documentada, eso no quita que hay un significativo aumento de casos desde los años cuarenta del siglo pasado hasta hora, tiempos en los que se han conseguido derechos y libertades, gracias en parte a convertirse en una minoría en crecimiento y con más poder. Y no se puede negar también el hecho de que antes se relacionaba más con problemas sicológicos o traumas externas y hoy no tanto, ahora son mayoría los que defienden haber nacido así.
Es verdad que estas conductas se pueden ver acentuadas o disminuidas por las experiencias posteriores, dependiendo del grado de afectación. Y aquí es donde vamos a explicar más detalladamente la teoría de los niveles sexuales. Esta nos ayudará a entender como los efectos en el desarrollo prenatal y los posteriores traumas o experiencias pueden dar lugar al mismo efecto, sin contradecir una causa a la otra. Digamos que una cosa puede empujar o ayudar a la otra.
En esta lista que a continuación vamos a formular se sitúa en los niveles más bajos a los heterosexuales y según se asciende nos lleva al otro extremo, el de la transexualidad. Es como llenar un vaso o una probeta con marcas indicativas, por supuesto esta escala no tiene carácter peyorativo, ni discriminativo y solo sirve para el estudio que estamos llevando a cabo en este tratado, la lista por tanto quedaría así: 

Nivel 0) Correspondería a los heterosexuales completos, es decir mujeres y hombres física y mentalmente identificados con su cuerpo. 

Nivel 1) Asexuales, suelen ser individuos heterosexuales que por alguna razón rechazan el sexo, no sienten la suficiente atracción hacia sus contrarios y por lo general no dan importancia a los contactos sexuales. 

Nivel 2) Individuos que se consideran heterosexuales, y actúan y sienten como tales, pero que tienen cierto grado de femenización (manerismos) o masculinización en el comportamiento.

Nivel 3) Individuos que padecen orientación sexual egodistónica, es decir, cierta atracción hacia personas del mismo sexo, pero no se sienten a gusto, ni cómodos con dicha tendencia, lo cual les crea ansiedad, ya que sienten repulsión por su tendencia sexual. 

Nivel 4) Hablamos de individuos bisexuales, que tienen aspecto y maneras cargadas de ambigüedad, pudiendo mantener relaciones con hombres o mujeres por igual. 

Nivel 5) Personas con tendencia homosexual, pero que tienden a mantener un rol activo en caso de los hombres y pasivo en caso de las mujeres.

Nivel 6) Individuos con tendencia homosexual versátil, pueden adoptar postura pasiva o activa, en el caso de los hombres y dominante o sumisa, en el caso de mujeres.  

Nivel 7) Individuos homosexuales, que en el caso de los hombres toman el rol pasivo y en el de las mujeres tienden a ocupar el papel de Butch o dominantes en la relación. 

Nivel 8) Correspondería a personas con tendencia a identificarse con el sexo opuesto al de su cuerpo, pero sin la intención de dar el paso para cambiar definitivamente. En este terreno podemos encontrar a los travestidos y a los inversexuales, quienes intentan mantener ambos atributos.  

Nivel 9) Corresponde a la transexualidad. Personas que no se sienten a gusto con su cuerpo, ni su mente reconoce los principales órganos sexuales como suyos.  

Bajo esta escala, podemos afirmar que la homosexualidad es en realidad un paso intermedio entre la persona hetera y la transexual. Esta clasificación ayuda a comprender lo que puede originar la tendencia homosexual en personas aparentemente heteras. Existen casos en los que se acusa a la falta de la figura paterna, madres dominantes; más creíble sería buscar algún tipo de trauma infantil causado por una violación o la visión de una escena sexual pervertida, como las razones por las que alguien de repente un día se siente homosexual. En contra de estos argumentos, hay quien afirma que el homosexual no se hace, sino que nace o simplemente es así por su propia naturaleza. En realidad ambas hipótesis tienen algo de cierto y algo de falso, pues todo depende del nivel de disforia sexual con el que su cerebro se desarrolle. 


Ya que la diferenciación sexual de los genitales se da en los primeros dos meses de gestación y la diferenciación sexual del cerebro comienza durante la segunda mitad, estos dos procesos pueden ser influenciados de manera independiente y puede producirse discordancias en el desarrollo cerebral y en la identificación del yo con un sexo u otro. Como ya vimos antes, esto significa también que, como en el caso de género ambiguo al nacer, el grado de masculinización de los genitales puede no reflejar el mismo grado de masculinización en el cerebro, puede haber y de hecho lo hay, diferentes grados de afectación, que van desde la transexualidad total, pasando por la homosexualidad, la bisexualidad, incluso dentro de estos, varios subgrados, es decir pueden ser más o menos homosexuales o la tendencia es más acentuada que otros.  
Por otro lado, estudios recientes han sacado a la luz diferencias en estructuras y funciones cerebrales relacionadas con la orientación sexual y el género en personas que se definieron como homosexuales y en distintos grados.
Antaño se consideraba enfermedad o trastorno mental a la homosexualidad, pero los derechos adquiridos por esta comunidad han resultado en que se haga popular admitir ser de determinada condición sexual, y ahora han salido a la palestra determinados movimientos y lobbys gays que presionan a gobiernos de distintas tendencias, pidiendo la libertad absoluta de elección sexual, sin cortapisas. Incluso se defiende lo oportuno de que hombres o mujeres experimenten con este tipo de encuentros para definir su camino. Pero como subraya el profesor Swaab no se trata de una elección libre, sino de una imposición cerebral debido a problemas en el desarrollo embrionario. Por tanto, no es cierto que una persona simplemente decida o no, en realidad lo que tenga o falte en su cerebro determinará hacia dónde se dirige su orientación sexual. 



Los efectos del desarrollo de la homosexualidad innata se observa en la diferencia en el cerebro de hombres y mujeres heterosexuales, sobre todo en el hipotálamo y que de alguna manera afecta a la Hipófisis, la glándula endocrina que segrega hormonas encargadas de regular el metabolismo y la actividad sexual. La manera como se descubrieron algunos de esos cambios fueron curiosos, en los años 90 cuando dos investigadores del Brian Research hacían un estudio sobre ciertos daños cerebrales en el cerebro de los enfermos de Sida se dieron cuenta que en los hombres homosexuales, que eran mayoría de afectados al principio, el reloj biológico del cerebro era anormalmente grande, al principio pensaban que era un efecto de la enfermedad, pero se dieron cuenta que no ocurría lo mismo en personas heterosexuales contagiadas, sino solo en los que afirmaban ser homosexuales. A partir de ese descubrimiento se han ido encontrando más diferencias y relaciones entre los cerebros de hombres heterosexuales con mujeres lesbianas y de cerebros de mujeres normales con los de hombres homosexuales. Estas coincidencias se observan sobre todo en el sistema límbico, más concretamente en la zona “amígdala”. Los estudios de Simon LeVay del Instituto Karolinska de Suecia encontraron también pequeñas diferencias en un minúsculo nódulo en el hipotálamo, así como en los tamaños de los hemisferios.
En cuanto a si la homosexualidad es genética, no hay ninguna base para confirmar esa teoría, ni pruebas que de padres o madres homosexuales salgan niños también con dicha tendencia. No hay por tanto un “gen Gay”. Lo cual indica que la naturaleza no contempla como normal dicha tendencia, como tampoco otras filias o comportamientos desviados como la pedofilia, la zoofilia.  
En cuanto a los casos de homosexualidad forzada o adquirida, la cosa cambia, hay pruebas que la atestiguan, sin poner en duda de que hay personas que desde que tienen uso de razón afirman sentirse atraídos por personas de su mismo sexo, pero la realidad que no en todos los casos es así. Aunque el doctor Swaab y otros expertos rechazan categóricamente la existencia de homosexualidad adquirida, personalmente discrepo, sin contradecir los argumentos de Swaab, pues entiendo que todo depende del grado de disforia en el cerebro.
Si tenemos en cuenta la lista antes mencionada, se puede entender cómo es posible que esto suceda. Imaginemos una persona del nivel 2 o 3, que por alguna razón, siendo niños sufren una experiencia traumática emocional, por ejemplo, se abuse de él por parte de un familiar o amigo cercano. Esa experiencia traumática puede desencadenar en una conducta o tendencia posterior, hay cientos de casos atestiguados. Hablamos por supuesto de casos, que, aunque se dan en menor medida, se deben a desajustes psíquicos causados por experiencias traumáticas en la juventud, como violación, abuso, incluso podemos incluir exposición a pornografía en una edad clave de la infancia. Hablamos siempre de casos de personas en nivel 2 o 3, es decir ya tenían una leve predisposición, en algunos de nivel 3 se puede acentuar la repulsa-atracción, convirtiéndose en un desdoblamiento de personalidad.  Como hemos visto antes, hay niveles y grados intermedios de desarrollo de la homosexualidad y la transexualidad en el cerebro y basta un mínimo empujón del exterior para despertar cierta tendencia dormida, mientras que en otros casos de cerebros del nivel superior al 5 las cosas la tendencia hacia la homosexualidad es innata.


Bibliografía y lecturas sugeridas


-Diferenciación sexual del Cerebro – Revista ciencia – Alonso Fernández, Sandra Olvera y Nallely García.
-El cerebro sexual - Simon LeVay - 1993 Alianza editorial
-Sexual diferentiation of the brain and behavior - Dick Swaab
-Diferenciación sexual del cerebro – Damasia Becú de Villalobos – IBME, CONICET, Buenos Aires
 -Causas del aumento en la esterilidad: Disruptores endocrinos- Intitut Marqués
-Sexualidad y vida sexual - Aula abierta Salvat
-El desarrollo de la personalidad - Gordon R. Lowe - Ediciones el Prado 
-Cuatro efectos del Bisfenol A sobre la salud – Elena Sanz – Salud (Revista Muy interesante)
-Elobeid M.A. 2012 Bisfenol A – Tropical journal of Pharmaceutic Research 11, 455.
-Somos nuestro cerebro - Dick Swaab - Plataforma editorial
-La Génesis de las parafilias sexuales y la homosexualidad  - Rafael Jiménez Díaz – Universidad de Málaga
-ChemicalSafetyFacts.org – Ftalatos
-Cuadernos de cultura científica: La ciencia que deberías saber antes de comprar tu protector solar - Déborah García Bello
-Efectos de los ftalatos sobre la salud – hogarsintoxicos.org

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