La esponja de mar se considera un ser vivo, aunque no lo parezca
Definir la vida fue el propósito de un exitoso libro
que tuve ocasión de leer hace algunos años. Era un tratado científico del
que fuera director de Investigación aplicada del instituto Pasteur, Joël de Rosnay.
Aquel profesor e investigador desarrolló un somero repaso de lo que se podía considerar
como ser vivo, y para ello realizó un verdadero viaje de investigación a lo más
profundo del mundo microscópico, llegándose a topar con elementos tan simples
formados por unas cuantas proteínas y moléculas, en los que es muy difícil
distinguir hasta qué punto son o no son vida. Por eso considero que es
importante iniciar este tratado, indagando en los descubrimientos hasta ahora
realizados y atestiguados de lo que se puede considerar como ser viviente.
La dificultad para encontrar la definición exacta de
ser viviente ha llevado a una intensa discusión entre los expertos de
diferentes especialidades. Lo sencillo sería afirmar que la célula es la mínima
pieza que se podría considerar como algo vivo. Existen, de hecho, muchos seres
considerados unicelulares, es más, se puede decir que son mayoría en el reino
animal o vegetal. Aunque en estas condiciones surge otra dificultad, y es
catalogar cuales de estas criaturas, pertenecen al reino vegetal, y cuales al
animal.
Normalmente la forma de alimentarse es la manera de
distinguir los tres grupos clásicos de vida, simplificando el tema sería la
siguiente:
1)-Los animales son heterótrofos, es decir los que
se alimentan de otros elementos, vegetales o animales para sobrevivir, no
fabrican sus propios alimentos, necesitan asimilar sustancias externas y
convertirlas en combustible y extraer energía para mantenerse vivos, y en lo
que respecta a la reproducción suelen estas sexuados, es decir, necesitan ambos
sexos para multiplicarse.
2)-Los vegetales son autótrofos, gracias a la clorofila, transforman la
energía luminosa del sol en energía química con la que fabrican sus propios
alimentos o nutrientes y combustibles para sobrevivir y se suelen reproducir
por el envío de semillas o polen, valiéndose del viento u otros seres para
lograrlo.
3)-En un lugar intermedio está el reino de los
eucariotas, donde se encuentran los hongos, los mohos, las levaduras y las
setas, que no contienen clorofila y se alimentan de sustancias de su entorno,
lo que los aleja del reino vegetal, pero son por lo general asexuados a la hora
de reproducirse, sobre todo a medida que se acercan a tamaños
unicelulares.
El Oso de mar, un ser microscópico capaz de permanecer latente, sin actividad durante 30 años para volver a revivir y alimentarse.
Estas son a grandes rasgos, las categorías en las
que se dividen los diferentes seres vivos. Sin embargo existen seres
unicelulares o pluricelulares que difícilmente tendrían cabida en las
categorías antes mencionadas, bien porque aúnan ambas formas de alimentación o
que dependiendo del entorno cambian, o por su manera de multiplicar su especie.
En esta tesitura, encontramos a los paramecios, protozoos y protistas, que
nadan en ese submundo entre lo animal y lo vegetal, por tratarse de
microorganismos capaces de reproducirse y alimentarse, además de tener en común
estar formados por una sola célula.
Entre los del llamado género de las
protistas, o paramecios, se encuentran los seres vivos unicelulares más
completos que se conocen, una sola célula contiene todo lo necesario para
sobrevivir y proliferar, algo para lo que los seres superiores necesitan
tejidos compuestos de millones de células especializadas. Por ejemplo, se
descubrió que cierta alga microscópica de la familia de los paramecios
contienen en su cuerpo, perfectamente distinguibles, cuatro órganos vitales,
que cumplen la función de sistema digestivo, (mitocondrias), otra parte hace
las veces de hígado, riñones y páncreas para procesar y sintetizar las
sustancias básicas para su mantenimiento y equilibrio, (cloroplasto), una
especie de soporte vital, como sistema cardiopulmonar (ribosomas) y una forma
básica de cerebro, sistema nervioso y sexual, (núcleo), y además para
desplazarse, tienen unos diminutos flagelos en un extremo, (otros paramecios
llevan alrededor de su cuerpo unos cilios), de tal manera que se pueden
considerar completos en sí mismos. Algunos de estos seres, contienen clorofila
y celulosa para la supervivencia diurna, pero en la total oscuridad se
alimentan de productos orgánicos que encuentran a su alrededor, por tanto,
estamos hablando de especies entre lo vegetal y lo animal.
Además,
cuando hablamos de seres compuestos por una sola célula, tenemos que tener en
cuenta que todos los seres vivos sin excepción hemos sido en un momento dado
unicelulares, esto es así, pues hasta los humanos en el momento de la reproducción
sexual, de la unión de un ovulo con un espermatozoide formamos una célula, que
por supuesto luego se va dividiendo y multiplicando hasta formar un ser más
complejo.
Queda claro sin embargo que cuando hablamos de seres
vivos, nos referimos a todo aquel que de forma independiente tiene una forma de
alimentarse, sea animal, vegetal o ambas. Pero si hablamos de la manera de
reproducirse o multiplicarse, también hay seres vivos que lo hacen sin
necesidad de apareamiento, es decir sin una aparente reproducción sexual y no
por ello dejan de ser seres vivos.
Vidas extremas
Las bacterias se podrían
considerar como los más ínfimos entre las criaturas que albergan vida, miden
tan solo una décima parte de una célula humana media, es decir un micrómetro, y
su configuración unicelular puede variar entre diferentes aspectos,
encontrándose algunas en forma de bastones, glóbulos, rosarios o espirales.
Estos diminutos seres son vitales en la descomposición química y la absorción o conversión de la materia orgánica, pero no se pueden comparar a los paramecios en complejidad. Sin embargo, recientemente se ha descubierto que, siendo tan minúsculas y rudimentarias, poseen una especie de reproducción sexual que las hace multiplicarse.
Por otro lado, algunas bacterias tienen una fortaleza vital considerable,
es el caso de la conocida “Escherichia
Coli”, causante de las diarreas y de la mayor parte de las infecciones
urinarias en mujeres, y cuya resistencia a antibióticos está más que
demostrada. Lo mismo sucede con algunas bacterias como la “Kebsiella psneumoniae”, que por causas del uso excesivo de
antibióticos en la medicina y en la alimentación, se han adaptado y empiezan a
proliferar en hospitales, creando verdaderos quebraderos de cabeza a los
médicos que se ven impotentes ante tal amenaza. Se sabe que algunas bacterias,
en condiciones óptimas de sustentación, no envejecen y se consideran
inmortales. Personalmente no utilizaría ese término, diría más bien eternas,
pues siempre y cuando no se vean alejadas de estas condiciones vitales, estas
bacterias no tienen límite de vida, pero fuera de ese entorno si pueden morir.
Aunque en su haber tienen que, algunas de ellas,
encuentran como favorables condiciones imposibles para cualquier otro ser vivo.
Tomemos el caso de la Chromohalobacter
beijerinckii, que parece ser el único habitante de las extremadamente
saladas aguas del mar muerto en Israel o del lago Mono, en EEUU. Se sabe de
otra bacteria que puede sobrevivir en los hielos salados de los polos a menos
de -20ºC. Al otro extremo tenemos a la Thermus
aquaticus, que se encuentra a gusto en las aguas termales a más de 80ºC.
Otra, la Desulforudis audaxviatos,
soporta temperaturas de hasta 70ºC y lo hace a mas de 2500m de profundidad sin
ningún problema, otras llamadas bacterias endolíticas, subsisten dentro de las
rocas a más de tres mil metros de profundidad. Todos son casos extremos de
supervivencia y es la vida que muchos científicos creen posible encontrar en
los supuestos planetas habitados que los astrónomos estudian.
La vida unicelular no es algo a lo que tengamos que
despreciar por tanto, se puede decir que son unos grandes supervivientes y
tienen éxito en adaptarse a condiciones extremas y encontrar alimento y
subsistencia donde los demás solo encontramos muerte.
Pero ¿Se puede simplificar la vida quedándonos en
este tipo de microorganismos unicelulares? Algunos científicos aún debaten si
considerar como seres vivos o no, a otros elementos presentes en la naturaleza
microscópica pero que afectan de lleno a las especies más complejas como la
nuestra. Nos referimos a los virus, estos elementos formados por moléculas,
proteínas y algunos elementos básicos de la vida, fueron considerados como tal
por algunos expertos, por el hecho de contener información genética.
Un virus tan
solo alcanza la décima parte de una bacteria, por el hecho de que se reproduce,
parece indicar que se mueve en la frontera entre ser una simple molécula o un
ser vivo. Lo que sí está claro es que no se les puede considerar como seres
unicelulares, ya que no llegan ni a eso, tan solo están formados por una
corteza compuesta por proteínas y dentro de esta, un filamento de acido
nucléico, donde se encierra su información genética. A diferencia de otros
seres vivos, estos si han podido crearse o modificarse en laboratorio. Pero no
se acerca en lo más mínimo a la complejidad de la célula más simple que se
conoce. Es más, necesitan de una célula para activarse y reproducirse, es
decir, colocados en un ambiente seco y libre de agentes vivos, se conservan
quietos, no se mueven, no proliferan, no asimilan sustancias, o lo que es lo
mismo, no se alimentan. Se mantienen como simples cristales de sal, pero en
contacto con otros cuerpos, en este caso vivas, como una célula, empiezan a
diluir las sustancias nutrientes de esta y comienzan a proliferar, hasta
hacerla explotar, son verdaderos parásitos destructores de la vida. Eso ha
llevado a los científicos a expulsarlos del catalogo de seres vivos, incluso de
los antecesores de estos, pues si necesitan de unicelulares para propagarse, no
pueden ser anteriores a este.
Con todo esto, el profesor Rosnay propuso definir
el límite de lo vivo relacionándolo con sus principales cualidades, las cuales
se pueden resumir en tres reglas básicas que debe cumplir un ser vivo:
1) Que disponga de la posibilidad de mantenerse vivo
mediante la nutrición, la asimilación y/o la extracción energética por
respiración o fermentación.
2) Que pueda propagar la vida por medio de la
reproducción, sea autónoma o por medios sexuados.
3) Que sea autónomo por medio de la coordinación, la
sincronización, la regulación y el control de las reacciones de conjunto.
Y estas tres funciones básicas las cumple cualquier
célula, por tanto, cualquier elemento compuesto por una de estas estructuras
elementales de la vida, se puede considerar ser vivo. Quedan fuera las
moléculas, los aminoácidos, las proteínas, las enzimas y los virus, aunque
estos últimos contengan cierto material genético.
Abajo, vida microscópica en el estiercol de una vaca
Bibliografía:
-Qué es la vida – Loël de Rosnay (Salvat Ediciones,
1993)
-La paradoja de Darwin – Manuel Bautista – (Editorial Almuzara, Ed. 2015)
-El orígen de la vida: Cinco cuestiones dignas de análisis - WT 2010
-Introducción a la ecología- Josep Peñuelas (Biblioteca Científica Salvat)
-La paradoja de Darwin – Manuel Bautista – (Editorial Almuzara, Ed. 2015)
-El orígen de la vida: Cinco cuestiones dignas de análisis - WT 2010
-Introducción a la ecología- Josep Peñuelas (Biblioteca Científica Salvat)
No hay comentarios:
Publicar un comentario