Otro momento de placer y relajación en el cerebro, consiste en el descanso que produce el dormir. Sin embargo, el descanso al dormir, no es para que descanse nuestra mente, si no el cuerpo, pues mientras dormimos, se activa gran parte del cerebro pensante y este hace que tengamos visiones oníricas, interpretadas en el momento tan reales como la vida misma, pero que resultan como juegos de ideas, recuerdos y vivencias en absurda combinación, se trata de los sueños.
Paul Davies, escribió lo siguiente relacionado con los sueños: Los sueños son fascinantes. Quienes, como yo, sueñen de manera muy vívida, habrían tenido con frecuencia la experiencia de quedar “atrapados” en un sueño que creen ser real. La intensa sensación de alivio que acompaña al despertar es verdaderamente genuina. Y me he preguntado más de una vez por qué, dado que durante el tiempo del sueño esta es la realidad, hacemos una distinción tan clara entre nuestras experiencias despiertos y dormidos. ¿Podemos estar completamente seguros de que “el mundo de los sueños” es ilusorio y “el mundo del despertar” es real? ¿No podría ser a la inversa, o que ambos fueran reales, o ninguno de los dos? ¿Qué criterio de realidad utilizaremos para decidirlo? (La Mente de Dios, pag 105 Mundos reales y mundos virtuales, Paul Davies)
Por supuesto que muchos concluirán al leer esto que es un planteamiento erróneo, pues está claramente demostrado que los sueños son recreaciones internas de nuestra mente, mientras organiza o reestructura la información, basada en las vivencias vistas, oídas, sufridas o gozadas con anterioridad al sueño. Algunos estudios concluyen que se trata de información manejada no más de tres días atrás. Otros afirman que en realidad los sueños tan solo son reminiscencias de un arcaico mundo de sentimientos amplificados al máximo y de pensamientos fragmentarios. Pero tampoco es totalmente certera esa definición de los sueños, como tampoco me parece que lo sea la interpretación sexual freudiana de estos. Hay tanta variedad en los sueños que es difícil establecer un catálogo completo que consiga encontrar una lógica a su manifestación.
Se calcula que en una noche durmiendo el tiempo habitual, experimentamos unos siete episodios imaginativos en nuestra mente mientras dormimos. Pero ¿por qué hace esto la mente? Aún no está claro. Y por último ¿dónde está el “yo” mientras soñamos?
En primer lugar intentemos averiguar que sucede en el cerebro mientras dormimos. Siempre se nos ha dicho que el sueño ayuda a descargar el cerebro mientras el cuerpo descansa, un proceso eléctrico-químico se produce en el cerebro que ayuda a reparar y ejercitar conexiones neuronales. Además, de dar la oportunidad de reorganizar los datos y recuerdos almacenados en la memoria temporal, en ocasiones también se relaciona con la organización de ideas que ayudan a solucionar un problema. ¡Cuántas veces nos hemos acostado preocupados por un asunto aparentemente irresoluble y nos levantamos con una solución! O en nuestra época de estudiantes, cuantas veces tras una larga jornada de estudios llegábamos al bloqueo mental, y luego, tras un descanso o un sueño reparador, al día siguiente las ideas brotaban solas. Lo mismo aplica a la memorización de un discurso o una obra de teatro que se realiza por primera vez. Esto indica que el sueño no hace necesariamente descansar al cerebro, lejos de eso, durante la noche este mantiene una inusitada tarea de reorganización de datos, algo así como una regeneración de ficheros en un disco duro de una computadora.
Es sin embargo el cerebro el que obliga al cuerpo a descansar, pues este reduce entre un 20 o 30% la presión arterial, y lo mismo sucede con el sistema nervioso, el tacto, el oído y otros sentidos, que aparentemente se apagan. Hasta los músculos del cuerpo experimentan una especie de entumecimiento, y la persona permanece flácida, como sin fuerza. Ese descanso se aprovecha para reemplazar líquidos, reparar músculos, tejidos y células envejecidas. En el caso de los niños y adolescentes, las hormonas del crecimiento se liberan. También sucede que cuando enfermamos, y tenemos fiebre, ciertas células llamadas ALA liberan una sustancia (FLP-13) que induce al sueño, independientemente del grado de descanso previo de la persona, lo que a su vez, hace que el organismo de defensa del cuerpo segregue sustancias que estimulan al sistema inmunitario, por ello el sueño ayuda en las enfermedades y en determinadas ocasiones los médicos inducen a un paciente al sueño para que tenga más efecto cierta medicación o recuperación tras una operación de importancia.
Durante la pernoctación se suceden varios estados largamente estudiados, aunque no existe un acuerdo definitivo sobre su función. En estos se alternan momentos de sueño ligero, profundo y otros de gran actividad soñadora. Está el famoso REM, identificable por el movimiento irregular de los ojos, la distensión y relajación muscular, es el más estudiado. A veces suceden experiencias curiosas cuando mentalmente despertamos estando aún bajo el entumecimiento muscular antes mencionado, podemos sufrir una experiencia traumática temporal, muchos recuerdan haberse despertado de alguna manera a medias, es decir, con su cuerpo aún desconectado y no pudiéndose mover, sin poder abrir los ojos, experimentando momentáneamente una extraña sensación de claustrofobia debido a que su cuerpo no reacciona, y es porque su mente pensante se ha despertado antes de tiempo.
Dentro de los estados de somnolencia previa al sueño profundo están los estados No-REM. Dentro de estos, el inicial, que es un sueño más superficial, en el que si se nos despierta, tendemos a negar que hemos dormido, pues el sueño se mezcla con los sonidos que escuchamos, incluso podemos repetir más o menos lo que han dicho, aunque realmente durante ese tiempo perdimos la concentración. Luego pasamos a la fase Delta, cuando el sueño es profundo y reparador, no está claro si hay sueños en este periodo, pero si los hubiese serían incoherentes y posiblemente llenos de imágenes, sin apenas sonidos, similar a la primera fase REM. Pero según nos acercamos a los últimos periodos REM, abundan los sueños con historias largas y más completas a medida que se suceden las diferentes etapas.
Otra cuestión que intriga a muchos es por qué tan solo recordamos a lo sumo uno de los sueños, por lo general el último. Una explicación plausible la encontré en la obra “Dormir y soñar, la mitad nocturna de nuestras vidas” del autor alemán Dieter E. Zimmer.
Se cree que durante la noche podemos pasar por dos o hasta tres fases REM y las últimas, ser más intensas, aunque en realidad la proliferación de sueños se llevan a cabo en las fases laterales, es decir en los estados No-REM. Sin embargo, en esos periodos previos o iniciales de la ensoñación, como indicamos antes se suelen tener imágenes borrosas, oír voces, cosas inconexas, imprecisas, sería difícil que alguien pudiera explicar con detalle lo que ha soñado si es despertado en ese momento. Pero si esa preocupación o perturbación mental pasa al estado REM, donde se crearán historias mucho más desarrolladas, con acción, donde podemos correr, caernos, saltar y mantener conversaciones con otros, se convierten en historias completas, si en ese momento nos despertamos, repentinamente, es muy posible que recordemos todos los detalle del sueño. Luego si pasamos a otro estado No-REM, el sueño se irá diluyendo, es posible que estos siguientes sueños, sean continuación del anterior, o inconscientemente intentemos prolongar la experiencia placentera o no, pero mientras más lentamente despertemos, menos detalles recordaremos de ese sueño. A veces, nos despertamos recordando las vivencias o emociones del sueño, pero no logramos recordar todo su contenido y durante nuestro despertar, hacemos un esfuerzo frustrante por recordar aquel sueño tan emocionante. En ocasiones, detalles de ese sueño quedan grabados en la memoria, y cuando sufrimos una experiencia o visión similar o escuchamos una historia que se asemeja, de inmediato pensamos que ya habíamos vivido eso, es en parte la razón de algunos “Déjà vu” o recuerdos de situaciones o experiencias ya vividas.
Otro detalle a tener en cuenta, es que es más fácil recordar sueños relacionados con acciones, con muchos sentimientos y de gran impacto, que otros menos precisos. Por supuesto, unos sueños hacen olvidar a los anteriores, por ello, por intenso que haya sido nuestro episodio en la fase REM, si no nos despertamos en ese momento, ni en la siguiente fase No-REM, podremos volver a sueños cortos, algunos relacionados y otros no y estos van borrando a los anteriores definitivamente.
Antes mencionamos que en estados febriles, cierta sustancia produce sueño, esto es con el fin de que el sistema inmunitario actúe, pero como el cerebro o nuestro yo, no quiere dormir, se producen un sin fin de estados No-REM y REM, a veces nos despertemos repentinamente y al despertar tenemos la sensación de haber estado toda la noche con un sueño insistente y repetitivo. Eso se debe a la lucha interna que nuestro cuerpo libra y que en nuestro cerebro se convierte en lucha por provocar sueño y mantener la consciencia a la vez.
El neurocientífico Francis Crick sugería que la misión de los sueños era el desaprendizaje, pues según este, las neuronas en las que se alojan los pensamientos y recuerdos en ocasiones guardan recuerdos innecesarios que son despreciados como de poca importancia y mientras estos se desalojan, durante el sueño, es posible que se realicen conexiones neuronales con diversos datos sin relación alguna y se creen redes y combinaciones parasitarias de recuerdos subjetivos, con estos materiales de la memoria es con los que se producen y desarrollan las historias de los sueños. Entonces las vivencias que visualizamos como realidades, provienen de esas extrañas e incoherentes imágenes y recuerdos huérfanos.
Un 46% de los sueños tienen que ver con situaciones desgraciadas o estresantes, a eso se debe el alivio que sentimos en muchas ocasiones al despertar. Esto sucede más a menudo cuando el sueño envuelve mucha acción, en un momento dado se puede producir un movimiento convulso del cuerpo o de cierta articulación, incluso lanzar una voz o un grito y es posible que esa misma acción nos despierte. A esto le llamamos tener una pesadilla o un mal sueño. Pero también sufrimos en ocasiones la experiencia inversa, despertamos repentinamente interrumpiendo un sueño agradable en el que estábamos por disfrutar de una experiencia gratificante con una persona querida, o nos encontrarnos en un lugar idílico, recibiendo un premio o a punto de encontrar un tesoro, y esto conlleva la frustración de darnos cuenta que la felicidad alcanzada, sea porque la persona amada nos correspondía o aquellas vacaciones de ensueño o el tesoro a punto de descubrir, eran una farsa y volvemos a nuestra dura realidad. Puede que incluso nuestro yo, intente volver a esa falsa realidad, buscando forzar de nuevo el sueño, la mayor de las veces en vano.
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