El neurocientífico y premio nobel, Francis Crick,
escribió en 1985 un libro titulado: “La
búsqueda científica del alma”, que sigue siendo la base de la doctrina
científica sobre como crea el cerebro la propia personalidad humana. Pero esta
obra que intentaba ser revolucionaria, y todas las que a partir de esa tesis se
han escrito, han acabado siendo reduccionistas y no dan una explicación
completa del sistema. ¿Por qué? Porque define la mente pensante, con sus
sentimientos, alegrías, tristezas, recuerdos, ambiciones y deseos, en
definitiva lo que se conoce como el “yo interno”, de forma simplista y física.
Según la teoría de Francis Crick, la mente no es otra cosa que un conjunto de
sistemas formados por células nerviosas y moléculas asociadas por una serie de
sinopsis electroquímica. En definitiva, es como decir que cualquier cuadro de
Miguel Ángel, Goya o Dalí, sean sencillamente mezclas de sustancias químicas
que forman colores, ordenadamente colocados. Se puede decir y simplificar de
esa manera sin faltar a la verdad, pero faltaría entonces explicar lo más
esencial, que son verdaderas obras de arte, por lo que trasmiten en calidad,
belleza, armonía y perfección. Los colores, la pintura, los trazos, tienen un
sentido, un propósito y no están colocados en el lienzo por la casualidad. Si
no explicamos eso, cualquier manchurrón en una pared, realizada con brochazos
sin sentido y utilizando diferentes colores, encajaría también con la
definición antes mencionada.
Lo mismo ocurre con la mente, la simple definición
de esta como un conjunto de sistemas neuronales, formando secciones definidas
unidas por unas reacciones sinápticas, podría ser aplicado incluso al cerebro
de una mosca, la cual reacciona a una velocidad impresionante cuando vamos a
aplastarla con algún objeto, todo porque una serie de funciones lógicas se
compaginan con sus sensores externos y con eso el cerebro de la mosca procesa
los datos, toma decisiones, y reacciona. Pero cuando tratamos sobre la mente
humana, la consciencia del yo, hablamos de un sistema de pensamiento complejo,
la identificación individual de la persona, donde recuerdos distantes se pueden
convertir en base para la toma de decisiones y eso parece estar fuera del
control de tan solo unos cuantos grupos neuronales conectados a sensores
externos. Y si bien los pensamientos se transmiten a través de las neuronas,
estos crean cambios químicos en el cerebro al segregar sustancias que producen
placer, ira u otro tipo de reacciones, y lo pueden hacer sin necesidad de un
estímulo visual, olfativo o auditivo.
La personalidad, los pensamientos, sentimientos,
inteligencia y demás capacidades del cerebro, son considerados por la ciencia
oficial como el resultado del funcionamiento de una compleja, pero predecible
maquinaria, compuesta por 100,000 millones de neuronas interconectadas, completando
unas cien billones de conexiones sinápticas. Se sabe que en estado de espera,
las neuronas transmiten entre sí, impulsos eléctricos de 100 milivoltios,
durante un milisengundo y a un ritmo de entre uno y cinco impulsos por segundo.
Visto así, realmente parece asemejarse a un funcionamiento autómata y
predecible, pues las neuronas de nuestro cerebro estarían como preparadas para
enviar cualquier tipo de impulso en ese ritmo latente. Pero la cosa cambia
cuando profundizamos en el lenguaje o codificación de la información que se
transmite a través de estas. Por
ejemplo, se sabe que en un momento dado unas neuronas envían impulsos
excitadores y en otros, señales inhibidoras, lo que a su vez provoca que las
receptoras cambien su ritmo de respuesta, aumenten o disminuyan ese ritmo. Por
otro lado, no siempre se trata de impulsos eléctricos, sino que cierta
información es transmitida de una neurona a otra, mediante segregación de
sustancias químicas, las cuales también pueden hacer variar la frecuencia de
los impulsos que la receptora realice.
Como si de repente, en un momento dado,
una neurona recibe una señal electroquímica que la estimula a pasar, de enviar
los cinco impulsos por segundo a la siguiente neurona, a enviar cincuenta, cien
o hasta quinientos por segundo, unos químicos y otros eléctricos. Y ese cambio
de frecuencia, la forma de enviar los impulsos, todo al parecer es interpretado
como un determinado tipo de mensaje, también el ritmo de cambio de envío de
impulsos es interpretado así. Se trata, por tanto, de una muy compleja
codificación de mensajes, cuya comprensión es un completo misterio a día de hoy,
al igual que es tarea harto difícil descubrir qué mecanismo se encarga de crear
esos mensajes y dónde se interpretan. Los expertos aún no se ponen de acuerdo
en cuanto a de que depende que los impulsos sean en ocasiones eléctricos y en
otras, químicos, solo se sabe que de alguna manera manejan distinta
información.
Por ejemplo, está claro que no son lo mismo los
impulsos que envían imágenes visuales que señales acústicas. No se tratan igual
los datos recibidos por el tacto que por el olfato, o la información leída que
oída, eso más o menos está claro. Pero aún queda mucho por desentrañar sobre el
misterioso mecanismo que hace que un determinado impulso siga un camino y no
otro, y qué lo hace llegar a una determinada zona del cerebro y modificarla y
no a otra. Pero no se queda allí la cosa, durante mucho tiempo se creía que el
cerebro trabajaba de manera modular, con zonas predeterminadas para la vista, el
habla, y cada uno de los diferentes sentidos, o que ciertas áreas eran
utilizadas para la comprensión del lenguaje, los sentimientos y otras
capacidades.
En términos generales es así, ahora bien, algunos
neurólogos empiezan a descubrir que en ocasiones, de alguna manera el cerebro
se adapta y trabaja en conjunto. Por ejemplo, en el libro “El enigma del homo Sapiens”, el divulgador científico Manuel
Bautista, reconoce que el cerebro realiza complejas adaptaciones, trabaja como
un conjunto o equipo, de tal manera que por ejemplo, en el habla, no solo juega
un papel primordial el área de broca, el lóbulo parietal inferior, el superior
o el área de Wernicke, sino que también intervienen otras partes más alejadas
de estas, en algunos casos de forma sutil, apenas perceptible, lo que pone en
entredicho la simplificación de un cerebro modular. Bautista pone como ejemplo,
un experimento curioso, realizado por un famoso neurólogo a un grupo de
personas cuya vista era normal. El experimento consistía en tapar los ojos
durante cinco días a los que se presentaron para dicha prueba, mientras se les
realizaba una cartografía cerebral (TMS), para ver que sucedía en sus cerebros.
El resultado fue sorprendente, en unos pocos días la parte de la corteza
cerebral que normalmente se dedica a la vista, ahora estaba procesando el
tacto, de tal manera que un sentido se había adaptado a otro. ¡El cerebro se
había reorganizado!
Es algo similar a lo que sucede con el efecto
“xenoglosia”, personas que tras un traumatismo, despiertan hablando o
balbuceando palabras en otro idioma. No se trata de ningún milagro, simplemente
es que el cerebro guarda el lenguaje en una sección determinada del área de
broca, si esta se ve afectada por un traumatismo, el cerebro inmediatamente
intenta suplir la falta de un lenguaje por otro, que guarda en la memoria,
aunque hayan pasado muchos años sin usarlo. Los casos documentados, muestran
que en realidad las personas afectadas repiten frases o palabras de ese otro
idioma, pero de manera muy básica, en ocasiones con grandes lagunas, aunque en
los medios aparecen como si los sujetos hablasen perfectamente el otro idioma.
Indagando un poco en la historia del paciente, se descubre que de pequeño todos
los afectados tuvieron algún contacto con ese lenguaje nuevo, quizás el
afectado estudió ese idioma, aunque no le prestó atención, o que tuvo algún
contacto con personas que lo hablaban. El oído en este caso captó esas
palabras, se depositaron en la memoria a largo plazo y en un momento de
emergencia, el cerebro recuperó esos datos para suplantar el idioma perdido y
poder comunicarse con el exterior.
En el mismo libro se muestran otros experimentos que
demuestran que, incluso se puede aprender una determinada destreza usando tan
solo la imaginación, por ejemplo, tocar un instrumento musical, sin tenerlo a
mano. Lo cual está ayudando en la investigación sobre implantes mecánicos
controlados por el cerebro en personas paralizadas de sus extremidades o que
las han perdido. En este campo, los avances están demostrando como el cerebro
es capaz de enviar órdenes a determinadas máquinas conectadas a las terminaciones
nerviosas, o con tan solo la colocación de unos detectores de corrientes
cerebrales en la cabeza, se envían las órdenes necesarias para manejar unos
brazos mecánicos. El paciente solo tiene que realizar unas sesiones de
ejercicios mentales y en poco tiempo empieza a mover las extremidades
artificiales. Lo hace al principio pensando en lo que quiere hacer, después el
propio subconsciente se encarga de realizar la tarea, sin que concentremos toda
nuestra mente en ello. De la misma manera que un conductor avanzado de un
vehículo, controla el volante y las diferentes palancas de manera intuitiva,
mientras mantiene una conversación con el copiloto, o escucha una canción en su
equipo de música, sin que eso apenas le distraiga.
Esto viene a demostrar que la mente es capaz de
controlar ciertas funciones en el cerebro, y no solo los estímulos externos
modifican el funcionamiento de las neuronas, también lo hacen nuestros
pensamientos y esto significa que si con nuestra voluntad se puede modificar el
funcionamiento del cerebro, es porque está preparado de antemano de esa manera.
La imaginación humana también provoca cambios importantes en la estructura del
cerebro y puede potenciar el procesamiento de información y aumentar los datos
obtenidos desde el exterior. Por ejemplo, un escritor se imagina a partir de
una breve señal visual, tal vez al ver de pasada la imagen de una pareja
paseando de la mano o de un mendigo pidiendo, entonces en su mente se crea una
historia totalmente inventada de cómo esa pareja se conoció y llegó a
enamorarse, o que llevó a ese hombre a la mendicidad, y da la orden a su
sistema de broca y procesamiento de las palabras, para que sus manos escriban
un libro de cientos de páginas con esa historia inventada, creada en su
imaginación. Al igual que la joven ciega y sorda, Helen Keller, antes
mencionada recordaba imaginarse cosas a partir de sus pocas recepciones
táctiles, con eso creaba imágenes mentales, sueños, deseos y muchos
pensamientos, a pesar de no disponer de un lenguaje verbal.
Por eso se está planteado la hipótesis de que dentro
de nuestro sistema coexisten dos modos de funcionamiento, claramente
diferenciados, el cerebral y el mental, el primero controla las órdenes
básicas, las mecánicas o del subconsciente y el mental, controla los
pensamientos, deseos, intenciones, en definitiva la consciencia. Pero a su vez,
ambas se complementan y modifican una a la otra.
A esa idea se oponen la mayoría de los neurólogos,
quienes piensan que el funcionamiento cerebral es el que genera el funcionamiento
mental. ¿Por qué ese enconado rechazo a la dualidad de sistemas en el cerebro? Porque eso no encaja con la teoría de los orígenes
primitivos del hombre. Según esta teoría el tamaño del cerebro se hizo
necesario por la necesidad de utilizar la imaginación, pero lo cierto es que
los datos recogidos indican justamente lo contrario, que el cerebro del homo
Sapiens se ha contraído o reducido con respecto a los que serían sus
antecesores menos inteligentes, como el Neardertal o el Habilis, algo a lo que algunos quieren dar una explicación, carente de lógica.
Por otro lado, los estudios realizados por los más
destacados investigadores en materia cerebral, concluyen que debe existir en
alguna parte del cerebro una serie de neuronas especializadas que se activan
cuando estamos conscientes y no lo hacen cuando no lo estamos, a esa
desconocida y supuesta parte del cerebro la llaman: “correlatos neuronales de
la consciencia”. Y desde hace décadas los investigadores tratan por todos los
medios de encontrar el centro de esa consciencia, es en definitiva a lo que
Crick se refirió como la búsqueda científica del alma, el punto de donde surgen
los pensamientos, deseos e intenciones y que con ayuda de los datos almacenados
en la memoria visual, auditiva, olfativa o cualesquiera, procesa y crea sus
propias ideas y forma su personalidad.
Se podría ilustrar esto con el funcionamiento de una
computadora, la cual consta de un hardware, un software y dentro de ese
software, un núcleo central que sería el sistema operativo, el cual controla
todas las funciones y toma decisiones en armonía con la información que recibe
del hardware, (ratón, teclado web-cam, tarjeta sonido, etc) y el uso de estas
que soliciten las distintas aplicaciones instaladas, estas últimas serían las
neuronas o grupos neuronales que se encargan de sacar partido al hardware. Pero
todo el funcionamiento o control del computador, siempre depende del sistema
operativo, y por otro lado, este tiene a su vez un núcleo o kernel que lo
controla. El cerebro, físicamente hablando sería el PC, el sistema neuronal sería
el software, que incluiría el sistema operativo y las aplicaciones, y la mente
sería el núcleo o kernel del sistema operativo, donde se sustenta y coordina
todo el sistema. Vista así, parece una buena analogía del funcionamiento del
cerebro, está claro que el desarrollo de la informática tal como la conocemos,
tiene una base humana, es una copia de nuestra propia forma de funcionar. Pero
tenemos que reconocer que hasta ahora, por mucho que se ha investigado y
conocido el cerebro, la búsqueda de ese centro neurálgico, de ese homúnculo o
kernel que controla las funciones cognitivas, ha sido infructuosa.
Por otro lado, comparar el funcionamiento del
cerebro con un computador hace surgir algunas cuestiones, ¿dónde colocamos al
usuario en esta analogía? Es decir, un computador no es nada, ni hace nada por
sí solo, sin que un operario externo lo encienda y ponga en marcha las
aplicaciones, en definitiva alguien que lo haga trabajar con un propósito
determinado. Y esto está directamente relacionado con el centro del yo, de
nuevo seguimos sin contestar dónde está ese centro. En cuanto a quién controla
el PC lo veremos en otro capítulo.
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