¿Por qué un blog sobre la vida, la muerte y la mente?




Me considero una persona de mente inquieta, que siempre está ansiosa de respuestas, me fascina la vida y como funciona esta, y ese almacén de sabiduría que todos llevamos encima de nuestro cuerpos, que nos gobierna, y que nos hace actuar ante los demás de una determinada manera, que nos identifica como personas. Lo que suelo llamar, la guarida del "yo interno", es decir el lugar donde proceden nuestros pensamientos e intenciones, cualidades, etc. ¿Cómo y cuando se forma nuestra personalidad? ¿Qué fuerza maneja nuestros pensamientos de determinada manera? ¿En que punto del cerebro se crean estos? ¿Qué hace que nos consideremos seres individuales? ¿qué es la consciencia? ¿A dónde va cuando acaban nuestros días? Son preguntas que muchos no le ven sentido plantaearse, pues sencillamente están fuera del alcance de los más comunes de los mortales. Vale, una máquina no se plantéa por qué hace lo que hace, ni el más completo y perfecto computador lo hace, ni creo que los animales lo hagan. Solo los humanos somos capaces de semejantes preguntas de difícil respuesta, por no decir imposible, y si lo hacemos por algo será.
En mi caso, esa curiosidad ha venido motivado por algunas observaciones personales que me han intrigado a lo largo de mi vida. Digamos que hay al menos cuatro curiosas experiencias, (entre las muchas que una persona con medio siglo de vida ha podido pasar), que me han llevado a escribir este blog. Todas tienen que ver con la mente y su fascinante y misteriosa manera de funcionar, sea por la forma como guarda los recuerdos, se abre camino ante las deficiencias, se comunica con el exterior o controla las funciones del cuerpo.
La primera de ellas tiene que ver con ciertos recuerdos musicales, yo tengo una peculiaridad, no creo que sea particularmente mía, pero la tengo, me gusta mucho la música en general, sin rechazar tipos o estilos, y a menudo guardo muchos de los recuerdos de mis vivencias en determinados bits sonoros o relacionándolos con determinadas canciones o temas musicales que tuve presente cuando ocurrieron sucesos en mi vida. Así, cuando oigo ciertos temas, estos evocan en mi mente unos determinados momentos o situaciones vividas en las épocas en las que escuchaba esa música.

 Y hay dos melodías, entre tantas que me han acompañado desde que tengo uso de razón, en realidad se trata de dos fracciones o estribillos de canciones que cada cierto tiempo mi mente evoca y tarareo sin ninguna razón especial, a veces me despierto con una o con la otra indistintamente. No se trata de las típicas tonadillas infantiles, repetidas generación tras generación, ni de temas especialmente repetidos en fiestas o en emisoras de radio, por ser clásicos populares, de estos que pasan a formar parte de la cultura musical de una generación. Pero ambas coincidieron en algo que me llamó poderosamente la atención, tenían en común que debían ser de mis más remotos recuerdos. Siempre había pensado que tal vez las había escuchado estando en la matriz de mi madre y por eso me eran tan familiares. Había oído de un famoso músico profesional con cierta predilección por una determinada melodía, porque afirmaba que su madre, violinista también, tocaba ese tema mientras estaba embarazada de él. En mi caso, desconocía a los autores o los títulos de estas composiciones, eso sí, ambas las recordaba en mi lengua natal, el español.
Cierto día, aprovechando las nuevas tecnologías, tuve la idea de ponerme a buscar las susodichas canciones en el más popular portal de videos en internet, probé poniendo simplemente algunas frases que recordaba de ellas. Felizmente, pude dar con una, gracias al excelente e inteligente motor de búsqueda de aquel programa. Resultó que pertenecía a un grupo musical español de los sesenta, ahora ya desaparecido, y se trataba de la cara “B” del primer single que tuvo cierta resonancia internacional al siguiente año de publicarse. Los recuerdos que me llovieron, una vez la volví a escuchar, fueron tantos y tan claros, que me dejaron meditativo aquel día. El tema de la otra canción me costó más, pues apenas recordaba la letra y solo unas frases mal entendidas, aunque sí, la melodía.
Otro día, escuché una canción antigua en una radio, estaba cantada en inglés, pero me di cuenta que tenía la misma melodía, estribillo, incluso el tono de voz de aquella desconocida canción. De nuevo, haciendo uso de las tecnologías, tomé mi Smartphone, busqué una aplicación que reconoce temas musicales y ¡Eureka! Me salió un cantante norteamericano que fue el compositor original de aquella canción, que sin embargo yo recordaba en español, y no cantada por él. Después de una búsqueda exhaustiva de la historia de la canción, pude dar con quien versionó aquel tema en mi idioma. En ambos casos, las canciones habían estado sonando el mismo año en la zona donde yo vivía y ambas eran de mis primeros y más antiguos recuerdos que mi mente guardaba, cuando tenía tres años. La curiosidad de saber por qué solo recuerdo a partir de entonces y no antes, me hizo pensar y plantearme la cuestión de, en qué momento de nuestras vidas tomamos consciencia de nuestra existencia y nuestras vivencias y recuerdos empiezan a hacernos ser quienes somos, en definitiva, qué cosas definen nuestro yo interno y por qué. Me puse a leer y buscar información sobre el tema de la vida, la mente, el origen del pensamiento, desarrollo de la personalidad, y cosas que reconozco son inquietudes comunes, pero que no todo el mundo busca las respuestas tan ansiosamente como yo.

Una segunda experiencia o diría más bien una circunstancia que me ha perseguido durante toda mi vida, tiene que ver con la percepción de los colores. Soy daltónico (del tipo tricromático anómalo), y lo soy desde que tengo uso de razón, aunque no fui consciente de ello hasta la adolescencia. Este asunto no lo considero realmente un problema, en realidad hasta me ha servido como recurrente tema de conversación entre amigos y conocidos curiosos por mi extraño defecto. Pero he de reconocer que esto ha afectado otros campos de mi vida, por ejemplo, algo que he venido observando a lo largo de los años, es que además de distinguirlos, me cuesta recordar los colores. Es decir, si hoy me subo en el vehículo de un amigo o mi esposa va vestida con vestido de un color determinado, aunque perciba correctamente cual es dicho color, al día siguiente, incluso horas después de verlo ya no soy capaz de responder cual era, pues lo he olvidado. Es posible que reconozca el modelo y marca del vehículo, o la forma y corte del vestido de mi esposa, pero no sería capaz de describir su color. Haciendo un esfuerzo, tal vez podría decir que era oscuro o claro, pero difícilmente un color específico. Mis sueños tampoco incluyen colores, ni mis más lejanos recuerdos, lo cual me hace pensar que tal vez sea mi cerebro y no mis ojos los que no procesan bien los matices cromáticos que nos rodean.

Pero, por otro lado, y con esto paso a mencionar otro asunto que siempre me ha llamado la atención, es que he descubierto una peculiaridad especial que tiene que ver con mi memoria, siento que tengo desarrollada la capacidad innata de distinguir voces. Me ocurre en muchas ocasiones, me encuentro con una persona que hacía años no veía, es posible que no la recuerde de vista, pero en el momento que la escucho hablar, la distingo perfectamente e inmediatamente la reconozco y la recuerdo. En España, las películas suelen doblarse al castellano y por lo general eso me ayuda a distinguir al actor o actores que determinado doblador les da voz, incluso aunque no lo vea. Así que si bien no soy buen fisonomista, tengo un promedio de distinción de voces mayor que el promedio. 

Por último, una experiencia que marcó mi vida fue la muerte de mi padre, no solo por la pérdida en sí, sino por la manera como ocurrió. Estando en una fría sala de hospital, acompañando a mis hermanos y mi madre en los últimos momentos de vida de este, sufrí una curiosa experiencia, de esas que dejan huella en el recuerdo. Resultó que tras una larga enfermedad hepática, él tuvo que ser trasladado al hospital, donde sufrió una grave recaída de su mal y que al final le llevó a sufrir un edema pulmonar y el consiguiente fallo multi-orgánico. Transcurrieron varias horas esperando el triste desenlace, entonces cayó en una especie de coma, su respiración se tornó en un ritmo constante y monótono de aspiraciones y expiraciones, ayudadas por las máquinas de oxígeno.
Ninguno de los familiares quisimos irnos de allí, si bien desconocíamos el tiempo que pudiera pasar hasta llegar el final, pero nos dijeron que sería cuestión de horas. Las largas horas de espera, consiguieron que cayéramos agotados alrededor de su cama. Transcurrido un tiempo, no sabría decir si una hora más o menos, algo parecido a un brusco temblor o vibración me hizo despertar, inmediatamente me incorporé y comprobé con la vista si mi padre seguía respirando. Me di cuenta entonces que parecía que su ritmo respiratorio había cesado, al menos no tenía el ritmo de antes. Encendimos la luz rápidamente y entonces en cuestión de segundos pudimos ser testigos de una especie de fuerte convulsión, al instante su cabeza se echó hacia atrás, al tiempo que producía un brusco suspiro, lo cual lo llevó a expulsar por su boca y nariz cierto líquido amarillento, fue cuando nos dimos cuenta que había llegado el final de su larga agonía.
Cuando cuento esta experiencia a algunas personas, inmediatamente concluyen que ese brusco movimiento que sentí y que me despertó fue cuando escapó el alma o espíritu de mi padre y entonces expiró. Luego he oído de muchas personas que han sentido la misma vibración o sensación, incluso estando más alejados de su difunto y cada uno saca diferentes conclusiones al respecto.
Mi concepción sobre el alma está alejada de la idea común que de alma tienen la mayoría de las personas, pero la curiosidad por comprender estas cuestiones a nivel biológico y científico, me han movido a investigar, sobre todo los entresijos de la mente, sobre el misterio de la vida, la muerte e indagar en el escondite del yo interno, es decir de la persona pensante que todos tenemos dentro y de la que nadie hasta ahora ha podido dar una explicación a su existencia. Ese yo interno y sus caminos desde que nacemos, es más, desde que somos vida, desde que un ser vivo piensa y razona, es lo que se tratará en este blog.
Intento no ser dogmático en los planteamientos, tan solo me suscribo a lo que hasta ahora algunos expertos sobre el tema han aportado, en base a sus observaciones, descubrimientos y experimentos realizados.
Por supuesto que este no pretende ser un blog de ciencia, no soy científico, aunque me apasiona el conocimiento que la ciencia aporta para entender lo que nos rodea y como ayuda a apreciar la maravillosa e imponente creación. En los senderos del yo, intento explicar, proponer teorías y razones a los asuntos tratados, pero reconozco que es muy posible que deje a la mente y el ser pensante de otros, igual o en el peor de los casos, en un mar de dudas existenciales. Bueno, supongo que cada uno debe buscar sus respuestas, para eso estamos y para eso vivimos. 

 

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