Parafilias peligrosas




Hablemos ahora de otro tipo de disforias sexuales o patrones de comportamiento sexual, en el que la fuente de placer se dirige a objetos o seres vivos atípicos, nos referimos a la parafilias.
 
La parafilias como disforias sexuales 
No hay un consenso que establezca un límite entre interés sexual inusual y parafilia, en algunos casos no pasan de ser costumbres fetichistas que se comparten con la pareja sin representar ningún trauma o problema, a veces se trata de determinadas vestimentas o que la pareja porte determinados objetos, adopte determinadas posturas, o roles. Llevado al extremo puede convertirse en un campo de frustración y para la persona que comparte vida con el parafílico en una incomodidad no siempre comprendida. Pero hay otras que son terriblemente peligrosas o insalubres. Y aún otras son consideradas directamente delictivas. En la mayoría de los casos los sexólogos lo atribuyen a la relación de este tipo de objetos o cosas con experiencias de la niñez, placenteras o lo contrario, de tal manera que en la edad adulta producen cierto mórbida excitación, es como si la mente desea recrear la experiencia sufrida en la niñez, y aquel objeto se convierte en determinante. ¿Pero es así en todos los casos?

Antes hemos mencionado situaciones que han llevado a algunas personas a convertirse en abusadores de niños, que no deja de ser otra parafilia. Sin embargo, no todos los pedófilos han sido niños a los que se ha abusado o que hayan han sufrido alguna clase de trauma, de la misma manera que no toda ninfómana fue violada por su padre o un familiar siendo niña. En algunos casos también hay que tener en cuenta otros problemas psicológicos que derivan en patrones de comportamientos sexuales desviados de lo natural. Por eso vamos ahora a profundizar en este pantanoso terreno de las parafilias y su relación con el funcionamiento del cerebro y de la orientación sexual de este. Debemos tener en cuenta que entre esas parafilias se encuentra el fetichismo, el sadomasoquismo, el exhibicionismo, voyeurismo, pero también la pedofilia, la necrofilia y la zoofilia. Estas últimas, son tendencias sexuales rechazables por cualquier sociedad, incluso perseguidas por la ley. Se han hecho listas de hasta treinta o cincuenta diferentes parafilias, pero en este estudio vamos a centrarnos en la más peligrosa de estas para procurar entender hasta qué grado pueden ser evitables o controlables estas conductas.

Hoy día, los expertos procuran hacer una división entre las parafilias que no conllevan daño, ni propio ni ajeno, o que no suponga un abuso de poder o supere los límites del consentimiento entre los que practican estas acciones, en este caso se habla de trastornos parafílicos. Por ejemplo, supongamos que alguien tiene tendencia al sadoquismo, busca satisfacer su placer haciendo daño a otros, hay personas que por otro lado son masoquistas, es decir disfrutan recibiendo daño, en algunos centros se practican este tipo de conductas controladas, relacionando a ambas. Pero este tipo de deseos desviados se pueden convertir fácilmente en actos peligrosos para la integridad física, tanto del que recibe, como del que da. En el caso de un sádico, puede derivar en actos violentos o crueles hacia otros, sin el consentimiento de estos, incluso llegar a convertirse en  violador o psicópata, si se añade a esto algún tipo de desorden psicológico. Muchos violadores o asesinos en serie surgen entre individuos con fuertes parafilias que no son capaces de reprimir u orientar adecuadamente. 

De la misma manera, cuando hablamos de pedofilia y zoofilia, es necesario y casi obligatorio reprimirlos. La primera por conllevar un abuso a menores, con las consiguientes consecuencias de índole moral y mental que acarrean a las víctimas. La otra, por cuanto se considera abuso animal, ya que no puede haber consentimiento por parte de este y por tanto estamos hablando de una violación en toda regla, en este caso, contra otro ser vivo. Es curioso, sin embargo, que en ambos casos, las personas afectadas por este tipo de patologías afirman que no pueden evitar esos deseos, que los sienten suyos y que su mente los dirige a buscar a niños a animales para su satisfacción sexual. Es por tanto la mente la que de alguna manera controla o dirige nuestra conducta sexual, pero en algunos casos se anima a no reprimir esos sentimientos antinaturales y en otros se criminaliza por dejarse llevar por esos otros, que son igualmente sentimientos antinaturales.


Con respecto a los pedófilos, durante años se ha buscado una terapia que de alguna manera “cure” a estos individuos. En algunos países se ha llegado al extremo de aplicar la “Castración física”, que por lo general es la amputación de los testículos del delincuente, este desde luego se puede considerar un método eficaz para reducir los impulsos sexuales, aunque un tanto radical. Antaño era aplicado normalmente a violadores, pero en los últimos años también ha sido probado en acusados de abuso infantil, en algunos casos hasta ha sido solicitado voluntariamente por algunos perpetradores arrepentidos. Sin embargo, no es un método aceptado por las asociaciones de derechos humanos, por considerarlo una amputación que anula la masculinidad del individuo y por tanto evita su reinserción natural en la sociedad, por los consiguientes efectos mentales que puede provocar en el individuo. Este sistema está prohibido en la mayor parte de los países y parece que pronto será cosa del pasado, por muy eficaz que fuera. 

En muchos países se está experimentando más con la castración química, que no es otra cosa que un tratamiento farmacológico que de alguna manera reduce la libido en los agresores sexuales, aunque sus efectos son reversibles, es decir, el tratamiento si se busca su eficacia, debe prolongarse en el tiempo. En la mayoría de los casos se trata de acetato de medroxiprogesterona y acetato de ciproterona, rebajando la testosterona en los hombres, produciendo impotencia, disminución del deseo sexual, pero también trastornos en la concentración, pérdida de masa ósea y muscular, además de tener ambas sustancias efectos secundarios en huesos e hígado. Por otro lado, también es utilizado el acetato de leuprolide, una sustancia, cuyos efectos son más cerebrales que físicos, reduciendo los pensamientos sexuales y las fantasías, aunque no se muestra eficaz en la eliminación del deseo sexual o la atracción hacia los menores, pero al menos evita los pensamientos que invitan e incitan al individuo a realizar dichos actos.


No obstante, la postura más común entre los expertos es que efectivamente el trastorno de la pedofilia no puede curarse, y no es posible reorientar la mente de los pedófilos para dirigir su interés sexual hacia los adultos. Como mucho se puede aspirar a aplicar cierta terapia cognitivo-conductual para mejorar su autocontrol, modificar sus conductas sociales y aprender a convivir con ello, sabiendo que evitar dejarse llevar por sus instintos, por muy marcados que estén en su naturaleza, son una frustración necesaria y beneficiosa para él mismo. Solo bajo ese convencimiento, el “yo” puede llegar a controlar ese deseo innato por conductas insalubres como esas. Claro que lo mismo podría decirse de las personas con tendencias a la violencia sexual o al sadomasoquismo, no se trata de curarse, sino de amoldar su mente o reforzar su autocontrol.  


Algunos hablan de aplicar la misma técnica a quienes quieran abandonar  o controlar  otros tipos de conducta sexual, como la homosexualidad, el lesbianismo u otras también en boga, como la bisexualidad. Pero este tema está denostado y no tiene la misma connotación que las anteriores. Además, difícilmente se pueden considerar tratables medicinalmente este tipo de conductas, ya no solo por las presiones sociales actuales, que no desean que se considere esto como un mal o un trastorno, sino porque provienen del propio cerebro y por tanto se consideran parte de su yo interno. Aunque podemos decir que, al igual que las parafilias, también estas conductas o tendencias pueden ser controladas si se desea, ya sea por cuestiones morales, o sencillamente porque el individuo decida libremente que su deseo no se corresponde con su naturaleza física, y lo hacen de forma voluntaria, sin que esto conlleve necesariamente infelicidad o problemas psicológicos para el individuo.
Volviendo al tema de las parafilias. ¿Cómo surgen este tipo de desviaciones del  comportamiento sexual? No cabe duda que en el tema de las parafilias no existen profundos estudios que nos pueda llevar a conclusiones contundentes como si los hay en el caso de la homosexualidad. Pero no porque no los haya, sino porque pocas son las personas que reconozcan abiertamente su condición de zoófilos o pedófilos y no suelen buscar tratamientos de ayuda. Aparte de las explicaciones que el psicoanalisis aporta, en los pocos casos estudiados, ciertos trabajos apuntan a una alteración física en determinadas partes del cerebro de estos individuos. Se observan notables diferencias en el lóbulo temporal  y esta puede venir provocada por un accidente, un tumor en la corteza prefrontal, temporal o en el hipotálamo, produciendo una desinhibición total en la necesidad de placer sexual y buscan a personas dóciles para satisfacer sus descontrolados impulsos. Existe un síndrome conocido como Klüver-Bucy, que puede afectar a personas a las que se les extirpa parte frontal del lóbulo temporal, que por alguna razón los lleva a excitarse con pornografía dura, violaciones, sadomasoquismo extremo y pornografía infantil. Pero esos son casos excepcionales, por lo general, muchos pedófilos lo son desde niños.

    Pero no olvidemos que al fin y al cabo todo ese modelo de conducta que lleva a estas personas a dirigir su atención sexual hacia conductas atípicas, se desarrolla en el mismo centro neurálgico, el cerebro. En el caso de las parafilias, también están muy relacionadas con los las regiones del hipotálamo, donde se han notado menos neuronas de lo normal y una diferencia en el tamaño del núcleo del lecho de la estría terminal y de la amígdala. No olvidemos que la amígdala está relacionada con el control del miedo, de los impulsos sexuales y el comportamiento agresivo. Así, cuanto más pequeña es la amígdala, más posibilidades de cometer violaciones o pedofilia. Lo cual indica que posiblemente también haya distintos niveles de afectación de la pedofilia y otros trastornos de la conducta sexual. 

  Las personas con estas predisposiciones presentan un patrón de activación anormal en la zona subcortical del lóbulo temporal ante estímulos sexuales, a diferencia  de una persona normal. Eso nos lleva a concluir que es posible encontrar el origen de ciertas parafilias en alteraciones cerebrales también durante el neurodesarrollo, de manera similar a lo que sucede con la transexualidad y sus diferentes niveles, pero viéndose afectadas otras zonas del cerebro.  Curiosamente, en el caso de las parafilias, si es posible encontrar un componente genético que las explique, eso sucedió con cierta familia en la que se encontraron varios pedófilos en su genealogía.

Es curioso, por otro lado, que este tipo de patologías (parafilias) afecte más a los hombres que a las mujeres, lo que nos lleva a pensar que se relaciona con niveles descontrolados de andrógenos. Por otro lado, en el caso de paidofilia (pedófilos) se dan más casos entre la comunidad homosexual masculina, teniendo en estos un carácter más crónico y menos reactivo que en los de hombres heterosexuales. Es posible que la coincidencia de ambas tendencias en una misma persona, convierta a ese individuo en un sujeto peligrosamente impulsivo en su parafilia.  





Bibliografía y lecturas recomendadas



-Elobeid M.A. 2012 Bisfenol A – Tropical journal of Pharmaceutic Research 11, 455.


-Sexualidad y vida sexual – Aula abirta Salvat - ISBN 84-345-7813-1


-La Génesis de las parafilias sexuales y la homosexualidad  - Rafael Jiménez Díaz – Universidad de Málaga


-Diagnostico de los traumatismos craneoencefálicos – Bryan Jennett/ Graham Teasdale – Salvat editores S.L.


-El comportamiento humano – Josep Toro Trallero – Salvat Editores











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